l 39 Consejo Plenario de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos (CTP) celebrado ayer en Alp (Girona), además del relevante traspaso a Euskadi de la Presidencia de este organismo transregional europeo, fue ayer el marco en el que se escenificó la apertura de una nueva etapa en la que se recupera la normalidad en la relación institucional entre los Gobiernos vasco y catalán y sus respectivos líderes, el lehendakari, Iñigo Urkullu, y el president, Pere Aragonès. Los convulsos y tensos momentos que ha vivido la política catalana desde los inicios del procés, agudizados tras el 1-O y la detención, encarcelamiento, enjuiciamiento y condena de los dirigentes independentistas, habían complicado y frenado en gran parte las relaciones. No se puede olvidar que los dos predecesores de Aragonès -Carles Puigdemont y Quim Torra- han sido injustamente inhabilitados y uno de ellos aún se encuentra exiliado. El cambio que se ha producido en el Govern tras el triunfo electoral de ERC que ha dado lugar a la presidencia de Pere Aragonès hace apenas seis meses ha abierto un nuevo ciclo político en Catalunya, aunque la pandemia ha impedido una relación normalizada presencial entre la institución catalana y la vasca. El encuentro bilateral de ayer, en este sentido, cobra relevancia por cuanto supone un fortalecimiento de los lazos históricos mantenidos entre Euskadi y Catalunya y entre sus respectivas instituciones democráticas. La invitación realizada por el lehendakari al president -aceptada por Aragonès- para celebrar una próxima y probablemente cercana cita en Euskadi tras este primer encuentro abunda en esta voluntad compartida de dar continuidad y de fortalecer estos vínculos históricos. No cabe duda de que la nueva etapa abierta en Catalunya con la búsqueda por parte del Govern de mayor moderación, estabilidad, diálogo y acuerdos tras años de tensión y de confrontación pueden ayudar a que la relación con Euskadi sea más profunda y fructífera, sin que ello suponga renuncia alguna al logro de las metas que considere cada una de las naciones, en virtud de la voluntad democrática de su ciudadanía. Euskadi y Catalunya tienen intereses y reivindicaciones comunes o afines -la lengua propia es solo una de ellas- cuya gestión común o colaborativa puede contribuir a que prosperen en beneficio de sus respectivas ciudadanías.