a renovación del Protocolo General de Colaboración entre los Gobiernos Vasco y navarro firmado ayer en Iruñea por el lehendakari, Iñigo Urkullu, y la presidenta foral, María Chivite, supone un hito en la relación entre ambas comunidades y refuerza los históricos vínculos sociales, culturales, lingüísticos y económicos existentes entre sus respectivas ciudadanías. La artificiosa separación mediante la práctica de medidas de aislamiento y veto a cualquier tipo de relación entre la CAV y Navarra impuesta por la derecha navarrista, beligerantemente antivasca, durante estas cuatro décadas, con la complicidad del socialismo en diversos periodos, ha perjudicado, objetivamente, a los ciudadanos y ciudadanas de estos dos territorios hermanos. El acuerdo alcanzado en 2016, con Uxue Barkos en la presidencia navarra, que abrió un periodo de colaboración, logró romper el tabú instaurado en las relaciones y dio lugar a un periodo que ha resultado fructífero en múltiples sectores. La actualización del Protocolo firmada ayer da un paso mucho más allá. Desde el punto de vista simbólico, la firma del amplísimo acuerdo entre un lehendakari nacionalista, abertzale, y una presidenta socialista marca un punto de inflexión histórico que conviene subrayar pero que no se agota en sí mismo. A este respecto, la participación, en cumbres paralelas, de seis consejeros por cada una de las comunidades en sendos encuentros bilaterales dota al encuentro de ayer de un carácter institucional de primer orden. No en vano el contenido del documento abarca 29 áreas con cinco ámbitos de colaboración, que van de lo económico, social y cultural o administrativo a las infraestructuras y la tecnología. Ello significa que la CAV y Navarra colaborarán activamente en políticas como migración, diversidad, innovación, igualdad, violencia contra las mujeres, vivienda, inclusión, juventud, derechos humanos, medio ambiente y cambio climático, desarrollo económico, sostenibilidad y Agenda 2030, entre otros muchos que miran no solo al presente, sino a los grandes desafíos futuros a nivel global. Se trata de un acuerdo estratégico que va mucho más allá de lo meramente simbólico e incluso de lo institucional y cuyo desarrollo debe extenderse a similar nivel colaborativo a toda la ciudadanía vasconavarra que es, al fin y al cabo, la beneficiada.