i ya de partida era difícil esperar algo mínimamente positivo y constructivo de la Convención que ha montado el PP en Valencia para tratar de empujar el liderazgo de Pablo Casado, el devenir de la semana ha empeorado aún más las expectativas. Casado se ha intentado lucir cada día junto a invitados de apariencia en el espectro político del PP, pero todos ellos no han hecho sino visualizar la enorme y pesada mochila que arrastra la derecha española desde hace años. El todavía líder del PP se estrenó con el expresidente Mariano Rajoy, un primer paso en falso. Rajoy aún tiene la vida inquieta por los tribunales de justicia, tanto por las sombras de la corrupción que protagonizó el PP durante su mandato como líder del partido como por las escabrosas e indignantes escenas que decoran todo el caso de las cloacas policiales y el espionaje de Kitchen. No parece una buena carta de presentación. Fue aún peor el segundo secundario que se llevó a Valencia, el ex presidente francés Sarkozy. Desalojado de la política también porsus mangoneos corruptos, se largó una perorata pocas horas antes de que fuera condenado a seis meses de cárcel por la financiación ilegal de su campaña presidencial de 2012 y por beneficiarse de una contabilidad B. La segunda en seis meses a Sarkozy, también condenado antes por corrupción y tráfico de influencias. Tampoco tiene buena pinta como compañero de andanzas. Por supuesto, se llevó a la Convención a Aznar, que dejó un nuevo repaso a la mentira, la infamia, la inmoralidad y el insulto que han protagonizado toda su penosa aportación a la historia de la política. De tres, tres. Pero aún faltaba la guinda que se trajo debajo del brazo el que fuera en tiempos lejanos escritor Vargas Llosa. Se permitió una apología del golpismo reaccionario contra la democracia en público y en un Estado democrático de la UE. “Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien. Los países que votan mal lo pagan caro”, proclamó como chamán de perfumería. Claro y sin tapujos. La democracia como accidente para los conservadores y ultras. Vargas Llosa es la imagen del fracaso político del neoliberalismo que pregona a cambio de dinero y premios pagados. No le vota nadie cuando se presenta ni le hace caso nadie cuando pide el voto. Mientras, Ayuso de parranda por su cuenta, con ningún éxito ni atención mediática y política, en EEUU. ¿Qué le puede salir mal a Casado?