s momento de una acción comprometida, contundente incluso, frente a las situaciones vividas en las últimas semanas con demasiada frecuencia, en las que al ejercicio de la violencia gratuita asociada a actitudes incívicas en espacios públicos se han añadido casos sangrantes de agresiones machistas, homófobas o inspiradas, aparentemente, por motivaciones políticas. La debida contundencia requiere un espacio ético firme en el que cualquiera de estas formas de agresión debe ser contestado con la condena explícita, sin ambages ni matices. La intolerancia de estas acciones no se debe contemporizar. No cabe permitir que ningún razonamiento político ni contextualización interesada ampare el comportamiento antisocial que es agredir los derechos de las personas, crear entornos de inseguridad y estados de presión por su género, su condición sexual o su orientación política. El acoso, la agresión, están tipificados como delitos. No son chiquilladas ni son atenuados en su gravedad por el contexto difícil del último año y medio de pandemia. El incivismo, en cualquiera de sus formas, es una elección y como tal debe acarrear sus consecuencias puesto que supone confrontar las normas de convivencia y los derechos ajenos. En cualquier caso, la debida contundencia deber estar a su vez amparada por un sincero ejercicio de responsabilidad. En el pasado, hemos sufrido el silencio, cuando no la coincidencia estratégica y el amparo, de quienes ejercían el terror arrogándose un liderazgo del pueblo vasco que nunca tuvieron. Ese debe lastra aún hoy a EH Bildu. Igualmente, en el presente padecemos la difusión de mensajes criminalizadores de minorías por parte de una ultraderecha cuyo discurso ha dejado graves muestras de su carácter homófobo, misógino y xenófobo. Los extremos aspiran a nutrir de este ambiente su proyección política incidiendo en una de esas realidades y negando la otra. Como lamentablemente ocurrió ayer con el PP vasco, que responsabilizó al sistema educativo de la injusta violencia sufrida por sus militantes mientras negaba contra toda evidencia el papel de sus propios socios políticos de Vox en la construcción de un contexto hostil a la comunidad LGTBI, los derechos de la mujer y la convivencia multicultural. Para dar lecciones hace falta la credibilidad que solo da el equilibrio ético, ausente en estos casos.