a trágica e injusta muerte de Abdoulaye, joven de 18 años procedente de Guinea-Conakry ahogado en el río Bidasoa cuando trataba de cruzar a nado la muga, ha vuelto a poner el foco en las políticas migratorias -o directamente represivas- de los diferentes estados europeos y de la propia UE ante los constantes flujos de personas migrantes. La gran paradoja de esta situación, que se cronifica sin que las instituciones implicadas aporten soluciones, es que la Europa rica, democrática, solidaria y defensora de los derechos humanos está negando sistemáticamente el derecho a una vida digna a las miles de personas que huyen de sus países en busca, precisamente, del futuro que allí tienen vedado. El caso de este joven es paradigmático, teniendo en cuenta, además, que es el segundo migrante fallecido en el Bidasoa en tres meses en idénticas circunstancias, tras la muerte de Yaya, de Costa de Marfil, el pasado mayo. Son jóvenes llegados en cayuco a otros puntos de la península o las islas que se acercan hasta la muga para alcanzar suelo galo, lo que es impedido por la Gendarmería francesa que ha blindado la frontera y recurre al mecanismo ilegal de la devolución en caliente para trasladarlos de nuevo a Irun. Ello obliga a estas personas a jugarse, otra vez, la vida para eludir los controles y cruzar a nado. Se calcula que en lo que va de año más de 4.000 migrantes han logrado, de una u otra manera, burlar a la policía entre el riesgo extremo, el miedo, la inseguridad y la indefensión. Es inaceptable, desde el punto de vista moral y legal, continuar con esta política que condena a los migrantes a poner en riesgo su vida una y otra vez. La actitud de Francia, pero también del Estado español y del resto de países, es irresponsable y no respeta los derechos humanos. En lugar de abordar la ineludible tarea de crear tránsitos seguros para los migrantes, que siguen buscando vías alternativas, Europa solo contempla el cierre de fronteras y el control policial para impedir el paso. Ayer mismo, el portavoz de la Comisión Europea, Adalbert Jahnz, insistió en que para el Ejecutivo comunitario “puede ser una buena idea” levantar una verja para frenar el paso de inmigrantes procedentes de Bielorrusia a Lituania. Con esta obscena “política” migratoria de levantar muros, la UE se deslegitima día a día como institución y condena a miles de personas a seguir los trágicos pasos de Abdoulaye.