on el arranque ayer de la vacunación de la población joven y la apertura de las citas incluso para el inicio de la inmunización de los menores de entre 12 y 15 años, Euskadi afronta la quinta ola del covid-19 entre la evidente preocupación por la rápida expansión del virus, con su posible incidencia en el sistema sanitario, y la esperanza de que a corto plazo puedan frenarse los contagios y sea posible una vuelta a cierta normalidad. La incertidumbre ante el aumento de los casos -son ya seis las jornadas por encima de los mil contagios diarios-, la inseguridad jurídica de las administraciones para la implantación de medidas -como demuestra la última decisión del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de tumbar el toque de queda que quería imponer el Gobierno foral, lo que entra en contradicción con resoluciones en sentido contrario de otros tribunales- y el interminable rifirrafe político amenazan, sin embargo, la necesaria estabilidad. No obstante, Euskadi mira ya desde hace meses al objetivo de la recuperación social y económica y está mostrando fortalezas indudables. No se trata únicamente de volver a la situación precovid, sino de, con el bagaje acumulado y la experiencia de la resiliencia demostrada por nuestras empresas durante la pandemia, mirar a futuro para impulsar el crecimiento y el empleo y posicionar a Euskadi entre las grandes economías regionales de Europa. Ello pasa por el impulso decidido por la industria y los servicios avanzados como gran motor económico basado en un desarrollo productivo fruto de la mejora en la digitalización y la sostenibilidad y por la internacionalización. En este sentido, el Plan de Desarrollo Industrial e Internacionalización aprobado ayer por el Gobierno Vasco, en el que se invertirán más de 4.100 millones de euros, va en la dirección de convertirse en una herramienta para la recuperación y transformación de la economía de Euskadi, con el objetivo principal de que la industria y los servicios avanzados superen el 40% del PIB, así como la mejora de las exportaciones y la convergencia en I+D con la media europea. Se trata, desde las tradicionales fortalezas de la industria vasca, de aprovechar las nuevas oportunidades que se presentan en una economía global apostando por una transformación integral, desde la digitalización, la tecnología y la sostenibiidad, e ir mucho más allá de una mera recuperación de los niveles prepandemia.