a pandemia covid-19 muestra una nueva consecuencia que permite reflexionar y contextualizar la situación. Las autoridades japonesas han decidido que los Juegos Olímpicos no contarán con la presencia de público ante el aumento sucesivo y constante de nuevos contagios de la variante delta de la enfermedad. Mientras en entornos más cercanos seguimos debatiendo sobre la oportunidad o no de restringir la actividad social, el caso de Tokio nos recuerda el carácter global de la pandemia. Nos permite, además poner en valor la evolución de la situación y la efectividad de las medidas. La vacunación ha sido el elemento diferencial. Mientras en Euskadi, por ejemplo, la vacunación con al menos una dosis alcanza ya a dos tercios de la población y la inmunización se acerca a velocidad de crucero al 50%, un país desarrollado como Japón apenas ha completado la pauta de vacunación al 15% de su población. Se encuentra, en consecuencia, a una severa distancia de poder atisbar siquiera un horizonte de inmunización comunitaria. Pero, además, ante este estado de cosas, las autoridades actúan con rigor y contundencia. La ejecución de un nuevo estado de emergencia en Tokio no se acompaña de la búsqueda de una sede alternativa -tampoco sería sencillo a estas alturas- por parte del COI como sí reaccionó la UEFA ante las dificultades objetivas de garantizar una seguridad sanitaria suficiente. La tentación de considerar que la presencia de público en las gradas de los acontecimientos deportivos es un éxito por sí mismo, es grande pero debe ir acompañada de circunstancias objetivas que lo justifiquen: un grado suficiente de vacunación, un control estricto de los accesos y una práctica social de autoprotección que, en las imágenes de la Eurocopa, no resultan acreditadas. La prioridad no puede ser otra que la seguridad. Viene al caso la reflexión por el hecho de que en poco más de un mes aspiramos a reproducir la presencia de público en las gradas en nuestras competiciones deportivas. Ese será un escenario que deberá ser consecuencia de una evolución satisfactoria de las previsiones de inmunización y no una formulación previa con el objetivo de proyectar normalidad o satisfacer intereses. Euskadi tiene en perspectiva cumplir las condiciones que lo permitan pero, ahora mismo, la tendencia de contagios obliga a estar atentos.