a evolución de la pandemia durante los últimos días en Euskadi está arrojando datos muy preocupantes. La curva de contagios mantiene un pronunciado ascenso, fundamentalmente en los tramos de edad más jóvenes. Una vez más, en coincidencia con una relajación de las restricciones y con un periodo vacacional y de ocio, y cuando parecía que se vislumbraba el final del túnel, se está produciendo un repunte de casos que si bien no está afectando de manera notable al sistema hospitalario -como sí sucedía anteriormente, cuando los infectados pertenecían a grupos de mayor edad y vulnerabilidad- sí amenaza con hacer emerger una transmisión comunitaria que puede dar al traste con buena parte del trabajo y el sacrificio realizados hasta ahora por el conjunto de la sociedad. Ante esta situación, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ya advirtió este fin de semana pasado de que es posible una “vuelta atrás”. De hecho, el LABI estudiará mañana un posible incremento de las restricciones. El Gobierno vasco ha reconocido que en su seno existe una “preocupación importante” ante este aumento de casos, que achacó a que “no estamos cumpliendo con las normas establecidas”, y no descartó que los contagios continúen aumentando en los próximos siete a quince días. La situación vuelve a ser grave, sin duda, en varios aspectos. En primer lugar, desde el punto de vista de la salud pública. El hecho de que los jóvenes no presenten, en general, cuadros graves de covid-19 no significa que no se tensione el sistema sanitario y deban seguir derivándose recursos a combatir al virus y sus secuelas. Asimismo, este repunte tiene también consecuencias sociales y económicas directas. En las zonas especialmente castigadas por los brotes el consumo local en general se retrae. El turismo, que ha sido uno de los objetivos prioritarios del Gobierno español a la hora de levantar el estado de alarma -ayer mismo la ministra Reyes Maroto señaló que “aún podemos recuperar la mitad del turismo internacional”- también se resentirá de manera notable. Además, una nueva transmisión comunitaria pondría en riesgo la recuperación, en general, de la actividad económica, que a duras penas está consiguiendo remontar de la mano del siempre estratégico sector de la industria que está impulsando la creación de empleo. Una circunstancia que, al igual que el deterioro de la salud, no nos podemos permitir.