L hartazgo que empieza a generar el constante pulso de enfoques, prioridades políticas, juego de codos e incluso egos entre los socios del gobierno español debe servir para un punto final. La advertencia de las fuerzas que, desde fuera del mismo, sustentan la mayoría de las iniciativas propiciando mayorías suficientes debe ser respondida por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias con la ratificación de la fiabilidad de su acuerdo en la práctica diaria con mayor solvencia de lo que está siéndolo. No se trata ya de un ejercicio de lealtad entre socios sino de trasladar una perspectiva de estabilidad imprescindible en la que PSOE y Unidas Podemos no han estado a la altura en los últimos meses. No por conocidas, las divergencias son menos dañinas para esa estabilidad si están constantemente explicitándose, si el ejercicio del gobierno se convierte en una pugna de protagonismos o si la capacidad de ampliar consensos fuera de la insuficiente dimensión parlamentaria de ambos partidos está supeditada a llevar la tensión al milímetro anterior a la crisis. El reto vigente es de una gravedad extrema que afecta a calidad de vida de las personas cuando no directamente a su vida misma. No basta con una gestión centralizada y controlada sino que la cohesión de las fuerzas que propiciaron la mayoría que gobierna -y que no están directamente representadas en el Ejecutivo- debe alimentarse de modo constante atendiendo a sus sensibilidades y, por encima de todo, no sometiéndolas al espectáculo constante de un pulso larvado entre los socios de gobierno que no hace sino cuestionarse si el orden de prioridades con el que se manejan es el correcto. La configuración parlamentaria de una legislatura es algo coyuntural y las oportunidades que no se aprovechan, se pierden. El panorama de equilibrios vigente solo puede consolidarse dotándolo de confianza entre todas las partes y de medidas útiles y exitosas para las necesidades de la ciudadanía. El distanciamiento de la política de amplias capas del electorado no es un fenómeno nuevo y no debe ser alimentado con la displicencia hacia los asuntos que ocupan a ese colectivo del que surge la legitimidad a través de las urnas. Es momento de que la coalición de gobierno afronte los retos de la pandemia, la plurinacionalidad y la reactivación de la economía y no se atasque en excesos gestuales de toreo de salón que fatigan y alimentan el desinterés.