l violento asalto y toma del Capitolio perpetrado por miles de seguidores de Donald Trump, irresponsablemente alentado, instigado y jaleado por el propio presidente, es mucho más que una mera protesta multitudinaria que deriva en incidentes y enfrentamientos: es lisa y llanamente una insurrección, un gravísimo ataque directo al corazón de la democracia alentado desde el propio poder. Durante horas, el mundo ha podido ver en directo con total estupefacción cómo la mayor potencia internacional ponía en riesgo desde sus propias entrañas su sistema político basado en el ejercicio de la democracia y el respeto a las leyes y las reglas de juego. Y, con él, su propia convivencia. Trump ha traspasado con su insensata actitud todas las líneas rojas imaginables con el objetivo de deslegitimar la incuestionable victoria de su rival, el demócrata Joe Biden, en las elecciones, vetar su designación y toma de posesión y, en consecuencia, impedir su relevo en la Casa Blanca. No cabe mayor actitud antidemocrática e irresponsable. Con el agravante de que sus actitudes y la auténtica razón de su labor política han sido la exacerbación del extremismo y la polarización de la sociedad norteamericana, con el grave riesgo de enfrentamiento civil que conlleva. De ahí que una turba de seguidores, enardecidos por sus incendiarios y manipuladores discursos, por sus mentiras disfrazadas de falsas denuncias de fraude, fanatizados y muchos de ellos armados y dispuestos a todo, hayan sido capaces de violentar uno de los símbolos de la democracia en su propio país. Todo ello, de momento al menos, con total impunidad. Tanta como la que, de manera inadmisible, disfrutaron los asaltantes por parte de agentes de la policía y de la seguridad del Capitolio. Estados Unidos se halla en un momento especialmentre delicado en el que su sistema democrático está en riesgo. Con el Partido Republicano secuestrado por la incompetencia, la radicalidad y la ideología de extrema derecha lideradas por Trump, debe luchar, en pleno siglo XXI, por la legalidad, las libertades, los derechos civiles y el respeto al voto ciudadano evitando el conflicto civil. De momento, y tras la insurrección, el Congreso ha ratificado la victoria de Joe Biden, que tomará posesión como presidente el día 20. Pero lo que debe ser el fin político de Trump no acabará, desgraciadamente, con el trumpismo.