l retraso de un día, de ayer a hoy, en la distribución a ocho países de la Unión Europea de las vacunas contra el covid-19 debido a problemas logísticos en la planta que posee Pfizer en la localidad belga de Puurs ni se antoja relevante ni altera los programas de vacunación, aunque sí denota la enorme complejidad de un proceso aún incipiente y que todavía deben ir adaptando tanto la empresa productora como la propia UE y los servicios de salud de los estados miembro. Sin embargo, dicha contingencia, que no será la última en lo que se sabe un periodo de vacunación que durará meses, también sirve de advertencia en cuanto a la necesidad de que nuevas vacunas de entre las más de sesenta que, según la OMS, se hallan en fase de ensayo clínico en humanos logren la aprobación de la Agencia Europea del Medicamento, que posiblemente adopte una decisión respecto a la vacuna de la empresa Moderna, ya autorizada por EEUU y Canadá, en la primera semana de enero. La posibilidad de contar con distintas vacunas y vías de suministro -las necesidades logísticas son asimismo diferentes- con la intención de minimizar los efectos de cualquier incidencia es uno de los motivos por los que prácticamente los gobiernos de todo el mundo han contratado anticipadamente vacunas diversas. No en vano, un problema en la distribución que, como en este caso, solo se traduce en un leve retraso de un día podría convertirse en un problema más difícil de solventar si llegara a afectar a la capacidad de suministro de segundas dosis, para las que se halla estipulado un determinado periodo de tiempo, cuando la vacunación se vaya generalizando entre la población. En definitiva, pese a que el inicio de la vacunación constituye un hito tanto científico, por su celeridad, como sanitario, por la capacidad para efectuarla, la propia urgencia del proceso de desarrollo y fabricación de las vacunas así como la necesidad de su paulatina distribución por todo el planeta -también la persistencia de los datos de contagios- parecen reclamar altas dosis de prudencia en el mantenimiento de las medidas de prevención e higiene y, pese a la lógica necesidad de insuflar optimismo a la sociedad, también al establecer plazos a la denominada inmunidad de grupo que se produciría con el suministro de la vacuna al 70% de la población.