a alarma general desatada por la detección en Inglaterra, en el condado de Kent y el área metropolitana de Londres, de una variante, la nueva cepa B.1.1.7., del SARS-CoV-2 que habría aumentado los contagios (35.928 nuevos positivos y 326 fallecimientos más se contabilizaron el domingo en Gran Bretaña) y su posible presencia en otros países europeos se corresponde con un ejercicio de prevención que se anticipa a la rotundidad de las evidencias científicas. De hecho, la propia evaluación del Centro Europeo de Control de Enfermedades centra la relevancia de la nueva cepa en la época del año en que ha surgido y el aumento de la movilidad y las relaciones y puntualiza que “en este momento, no hay indicios de una mayor gravedad de la infección”. No obstante, la nueva variante constituye ya el 62% de los contagios en Gran Bretaña cuando en noviembre provocaba el 28% y esto avalaría los cálculos matemáticos que añaden a la tasa de reproducción R0 de la nueva cepa un 0,4 más (es decir, de imponerse en Euskadi dicha tasa pasaría del 0,89 del domingo al 1,3). No está claro, sin embargo, si ese aumento de los contagios se debe a las mutaciones genéticas de la cepa o al comportamiento social, que en Londres ha soportado menos restricciones. Los propios virólogos británicos han admitido que aún no se pueden extraer conclusiones firmes sobre si la nueva variante del virus ha aumentado su capacidad de transmisión y no se debe olvidar que, desde su detección inicial en Wuhan, el virus ha sufrido centenares de miles de mutaciones y que, por ejemplo, la dominante hoy en el mundo surgió en febrero en el continente europeo. La prudencia ha sido la mejor consejera hasta la fecha pero el temor y la incertidumbre no han logrado erradicar prácticas, costumbres y relaciones sociales que entrañan un riesgo evidente ante cualquier variante del coronavirus, autóctona o importada. En ese marco, el temor a una alta transmisión de la nueva cepa provoca ya el cierre de sus fronteras a los viajeros provenientes del Reino Unido en una veintena de países de la UE sin esperar al consejo de emergencia comunitarios con el fin de coordinar las restricciones de movimiento en todo el espacio comunitario y de comunicaciones con las islas británicas. La pública divergencia de medidas y las acciones unilaterales son aliadas de la confusión y esta debilita las herramientas del combate de la pandemia.