i algo tienen en común los resultados de las elecciones a los parlamentos de Euskadi y Galicia, también la evolución política en Catalunya y las previsiones y encuestas que se realizan de cara a sus elecciones en otoño, es que los electores se van sumando de modo nítido pero creciente a una corriente global que apuesta por gobiernos y políticas propias y da la espalda a aquellos que dependen de decisiones y proyectos diseñados y desarrollados desde otros centros de poder. Se había evidenciado ya incluso en las elecciones generales con la pujanza de las formaciones soberanistas y la aparición en otras comunidades de formaciones localistas y ahora se hace incluso más incuestionable. En Euskadi, la suma de las formaciones abertzales se ha impuesto en todos y cada uno de los municipios -con la salvedad de Navaridas- y hasta en la emblemática Ermua, donde PSE+PP+Vox (2.322 votos) suman menos que los 2.849 sufragios de PNV y EH Bildu; pero es que además la apuesta del PP por el discurso y la alianza con Ciudadanos diseñados desde Génova ha supuesto un rotundo fracaso y el intento del PSE de patrimonializar la acción del Gobierno Sánchez no ha alcanzado ni de lejos los réditos pretendidos. Al mismo tiempo, en Galicia no se trata solo del crecimiento exponencial del BNG hasta articularse como principal alternativa a Feijoó, sino también de la capacidad de este para mantener la mayoría absoluta haciendo hincapié precisamente en su galleguismo y en una oferta muy distante de la que impulsa el PP de Casado desde la crispación madrileña. Asimismo, en Catalunya el desequilibrio entre el catalanismo -incluso dentro del PSC- y las opciones de ciega obediencia estatal ha venido siendo quizá hasta más notorio y volverá a tener reflejo en las próximas elecciones incluso a pesar de las divisiones en el seno del soberanismo. La advertencia al Estado, a los poderes del mismo que se empeñan en una pulsión centralista negadora de las realidades sociales de las tres naciones históricas, es del todo evidente incluso más allá de los movimientos soberanistas que, sobre todo desde discursos de moderación pero defensa inflexible del desarrollo de las potencialidades de las naciones a las que representan, sacan paulatino provecho de la desafección social hacia un Estado cuyas instituciones están en permanente cuestionamiento y que solo desarrollan políticas desde, por y para Madrid.