e podrá compartir o dudar de los fines, diferir o no en cuanto a la pretensión empresarial de mantener determinados aspectos de la reforma laboral de 2012 e incluso abrigar escasa confianza en que la percepción actual se mantenga más allá de unos primeros meses, pero lo cierto es que algo se mueve. La defensa por la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, del gasto -entendido como inversión- y las ayudas sociales por el Estado enfocan hacia un cambio de paradigma económico que ya se intuía en las propuestas de la Comisión Europea presidida por Ursula Von der Leyen. Y de algunas intervenciones en la cumbre empresarial organizada por la patronal CEOE, como la del presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, y de algún hecho concreto externo a esta, como el anuncio por el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, de la construcción en el Puerto de Bilbao de una planta de producción de combustibles sintéticos, con cero emisiones netas, y otra planta que generará gas a partir de residuos urbanos; cabe deducir que efectivamente la economía parece decidida a dejar atrás la pandemia y sus dramáticos efectos y diseñar nuevos modelos productivos fundamentados en la transición energética. Ahora bien, esa intención de reestructuración profunda que debería servir como tractora a todo el tejido industrial y tecnológico, y con ellos de la creación de empleo y de un nuevo modelo de reparto de riqueza, precisa de un marco normativo concreto, nítido y a medio plazo similar, por ejemplo, al que ya han implementado otros países europeos, como Alemania; exige asimismo, como ya ha reclamado el lehendakari, Iñigo Urkullu, despejar la incertidumbre sobre los límites de estabilidad presupuestaria y deuda o de déficit sobre el PIB con el fin de reactivar la inversión pública, el mercado interno y el empleo; también demanda conocer el modo en que Euskadi accederá a los programas europeos ya en ciernes. Sin desdeñar ni un ápice la incentivación económica, necesaria en sectores concretos, también vitales en nuestra economía, como el del automóvil, para sortear los efectos inmediatos del parón comercial provocado por el coronavirus; los movimientos que comienzan a detectarse en la economía, seguramente aún incipientes, necesitan un marco de certezas que comprometa a todos los agentes.