a vertiginosa sucesión de acontecimientos y la intrínseca gravedad de los mismos ha sepultado o, en el mejor de los casos, orillado muchas de las cuestiones que suelen jalonar los quehaceres políticos en la vieja normalidad pero que, obviamente, siguen latentes. Entrados ya en la desescalada, parece oportuno realizar el esfuerzo de vislumbrar de manera seria y rigurosa el futuro postpandemia a corto, medio y largo plazo y planificar cómo abordarlo y gestionarlo. Y para ello es necesario también saber con quién, es decir, con qué apoyos se cuenta. Mañana se cumplen dos años desde que Pedro Sánchez accediera a la presidencia del Gobierno español merced al triunfo de la primera moción de censura que ha prosperado en el Estado español y que desalojó a Mariano Rajoy y al PP, enviándolo a la oposición, una realidad que los populares no han sabido asimilar y que, en un continuo ejercicio de avivar el rencor y la revancha, marca su actual estrategia de acoso y derribo al Gobierno incluso en plena crisis sanitaria y económica. La moción de censura marcó un punto de inflexión que, tras muchas dudas y desencuentros, dos convocatorias electorales y el primer gobierno de coalición de esta etapa democrática fruto de un complicadísimo conglomerado de apoyos y complicidades, no termina de definir con claridad el rumbo a tomar. La difícil y en algunos casos errática gestión de la pandemia por parte de Sánchez y la imperiosa necesidad del gobierno de buscar apoyos para sus planes y propuestas para hacer frente a la crisis frente al cainismo de la oposición están llevando al Ejecutivo y los partidos que lo conforman a amagar con cambios y ensayar una geometría variable que, obviamente, choca con lo que fue el espíritu de la moción de censura y de la investidura de Sánchez. No se trata de consolidar bloques antagónicos en la política española, que sigue aquejada de una preocupante falta de cultura del diálogo y el acuerdo. Se trata de articular una política coherente -incluidos los próximos presupuestos generales, que serán claves- de cara a la reconstrucción y la recuperación, con apoyos sólidos, leales y fiables para un escenario inédito, incierto y duro. Y que, al mismo tiempo, aborde también con garantías otros retos importantes, como el modelo de Estado -la gestión de la pandemia debe servir de lección-, los servicios públicos, la política social, los derechos y libertades y la apuesta por Europa.