partir de hoy, Euskadi entra en la fase 2 de la denominada desescalada, en la que, más de dos meses y medio después de declararse el estado de alarma por covid-19, la ciudadanía recupera la libertad de movimientos y la posibilidad de realizar o disfrutar de una mayor cantidad de actividades. Quedan atrás -de momento, y mientras la evolución de la pandemia lo permita- los días de duro confinamiento que, gracias a la responsable implicación de la gran mayoría de la sociedad, han permitido frenar -que no eliminar aún- los contagios y sus graves consecuencias. La entrada en la fase 2 tiene lugar en un momento de especial simbolismo, por cuanto se produce después de que en Euskadi no se haya registrado, por primera vez desde el 4 de marzo, ningún fallecimiento por coronavirus. Aunque a buen seguro seguirán produciéndose muertes causadas por la pandemia en los próximos días y pronto se alcanzará la escalofriante cifra de 1.500 víctimas, es obvio que datos como la primera jornada sin defunciones y otros -por ejemplo, que Euskadi acumula ya once días sin ingresos en las UCI, los números de test realizados, las personas recuperadas o dadas de alta (casi el 90%) y el denominado índice R0 (0,66) que marca el número reproductivo básico- muestran que se está logrando la contención del covid-19. Y todo ello pese a la política de radical rechazo, en demasiadas ocasiones con un tinte absolutamente partidista y poco consecuente con la gravedad de la situación, de la oposición en Euskadi. Baste recordar, por ejemplo, las graves acusaciones de “irresponsabilidad” y de “poner en riesgo la salud” de la ciudadanía cuando el lehendakari apostó por la vuelta a la actividad económica -Arnaldo Otegi llegó a preguntar a Iñigo Urkullu si podría “mirar a los ojos a los trabajadores y sus familias”- o las amenazas de llevar algunas medidas a los tribunales “por vía penal”. Pese a los interesados y malintencionados malos augurios, las medidas se han revelado eficaces y necesarias y los contagios han disminuido de manera constante. La nueva etapa que supone la fase 2, con la vuelta de buena parte del ocio, la hostelería y la enseñanza presencial, es, por tanto, buen momento para mirar al futuro sin dejar de hacerlo hacia atrás para ser conscientes del sufrimiento acumulado, del sacrificio realizado y del enorme trabajo que ha costado.