a la concreción de la anunciada vuelta a las aulas de los alumnos de Bachillerato, 4º de ESO y FP se suma a otra serie de medidas que han llegado y llegarán y que nos sitúan ante el vértigo de retomar la actividad diaria tras dos meses en que la cautela se ha visto alimentada por las circunstancias objetivas y la prudencia, cuando no el temor, se ha instalado en nuestra percepción de la realidad. Es lógica una cierta resistencia a abandonar paulatinamente la situación de excepcionalidad vivida. Está durando tanto tiempo que se ha interiorizado como el único medio de aportar seguridad a la ciudadanía. Desde esa perspectiva, el recelo convive con la necesidad. Porque empieza a ser más que necesario rescatar del enclaustramiento no solo a las personas sino a las actividades sociales y económicas que dan estabilidad, coherencia y sostenibilidad al propio modelo social del que nos hemos dotado. Aunque sea difícil vislumbrarlo en estas circunstancias, es el propio modelo de bienestar el que precisa una activación. La sostenibilidad de los servicios pasa por la disponibilidad de los recursos y esta solo es posible desde la generación de esos recursos. Los de naturaleza pública, que son los que equilibran en derechos e igualdad a la sociedad, solo surgen de esta a través de su actividad. Mantener esa actividad esclerotizada es infartar el modelo de bienestar. La pandemia ha exigido de nosotros una respuesta urgente cuyo objetivo era contener su extensión y evitar el colapso de nuestro sistema sanitario. Esa ha sido la lógica del confinamiento, sabedores de los efectos secundarios indeseables que iba a provocar y que se materializan en la propia salud y convivencia de las personas y sobre las estructuras económicas que generan empleo y riqueza que sostienen al sector público. La dificultad de elegir el momento idóneo para pasar página es siempre una apuesta arriesgada. Pero no es mejor el deterioro silencioso que provoca la inactividad. El empleo, el crecimiento, la calidad de vida de la sociedad también precisan ser protegidas. No hay garantías de que encarar este proceso no vaya a implicar pasos atrás por las mismas razones sanitarias que nos lo exigieron antes. Habrá que estar dispuestos a darlos cuantas veces haga falta con responsabilidad y compromiso de todos los agentes políticos, económicos y sociales del país. Retrasar hacia la normalización es una opción conservadora pero no garantista.