el anuncio de que PP y Ciudadanos concurrirán juntos a las próximas elecciones al Parlamento Vasco sirve para la definición ideológica de ambas formaciones, también de constatación del interés real que les mueve a presentarse en Euskadi, siempre supeditado a los objetivos de la política estatal. Otra cosa será su efecto electoral, que podría no estar lejos de la irrelevancia. En realidad, la aportación de Ciudadanos al PP ya se realizó en el tránsito de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 a las generales del 10-N, seis meses después, cuando la entonces formación de Albert Rivera pasó de 40.366 votos (3,18%) a 13.279 (1,11%) aunque su práctica desaparición en Euskadi no pudo evitar que el respaldo al PP rozara lo residual (8,9%) pese a que el voto por correo le proporcionara un escaño por Araba que no había logrado en abril. Basta cruzar esos datos con los obtenidos por la formación de Inés Arrimadas en las últimas elecciones reducidas al ámbito vasco (21.362 votos en las autonómicas de 2016 y 11.287 en las municipales del 26 de mayo de 2019) para constatar que lo que desde Ciudadanos y PP se califica de intento de aglutinar el voto “constitucionalista”, engullendo asimismo los restos de aquella UPyD a la que C’s pretendía mejorar, no deja de ser un intento de maquillar la realidad de que la sociedad vasca ha dado la espalda a sus políticas y actitudes. Y eso no lo paliará una concentración de la derecha similar, también en su carácter extremo, a la que ambas formaciones ya desarrollaron con UPN en Navarra Suma, es decir, una traslación a escala y sin la presencia explícita de Vox de la foto de Colón que PP y Ciudadanos ya compartieron con los ultras de Abascal. Si entonces unos y otros pretendían disputarse a nivel del Estado el liderazgo como fuerza hegemónica que aglutinara a todo el espectro de la derecha -también su extremo más rancio-, tras la evidente crisis electoral de C’s y su traslación a otros tipos de crisis mucho más prosaicas, los de Casado plantean las elecciones en Euskadi y Galicia, también más tarde en Catalunya, como el primer paso de la absorción de Ciudadanos -o recolocación de sus cuadros en el seno del PP- que, en el primero de los casos, en Galicia, plantea sin ambages Feijóo.