Pasear hoy por las calles de Euskadi, escuchar su sonido diario, discernir en él conversaciones cotidianas, se convierte para quien guarde aún en el recuerdo la voz de la sociedad vasca de hace apenas tres, cuatro, décadas en evidencia de una transformación asombrosa; quizá apenas o ni siquiera imaginable poco antes, cuando hace medio siglo la reflexión sobre el riesgo cierto de desaparición del euskera llevó a Euskaltzaindia a promover su estandarización. Con 631.000 vascoparlantes -según la última encuesta sociolinguística de 2016- y otros 356.000 vascoparlantes pasivos mayores de 15 años, el Día Internacional del Euskera se puede celebrar hoy como una fiesta que, sin embargo, engloba la responsabilidad de que nuestro idioma, superada la fase de cuidados intensivos, salga definitivamente a la calle y se abra nuevos caminos en todos los ámbitos, incluyendo los que proporciona, día a día, el vértigo de un presente que ya es futuro. Como primer objetivo, para alcanzar ese reto de los 788.000 euskaldunes que debería reflejar la próxima encuesta, en 2021, tal y como establece la Agenda Estratégica del Euskera del Gobierno Vasco. Y es que el esfuerzo institucional, público, político, es asimismo una evidencia que llega ya incluso a los territorios en los que el euskera está más necesitado. Por ejemplo, con el acuerdo alcanzado este mismo verano entre el Gobierno Vasco y la Euskararen Erakunde Publikoa para impulsarlo en Iparralde. Y a pesar de la inobservancia del Convenio Marco que protege las lenguas minoritarias en la Unión Europea casi 25 años después de su aprobación. También de enrevesados intereses políticos que llevan incluso a manipular -las críticas al último decreto sobre el uso del euskera por los ayuntamientos son buena muestra- para prostituir el idioma en arma arrojadiza. Pero, en todo caso y pese a ello, como resalta la declaración institucional que hace unos días reunió en torno a la lengua vasca a todos los niveles institucionales de nuestro país, el camino del euskera, entrado ya, contra muchos pronósticos, en el siglo XXI, va de la mano, de la voz, de la propia sociedad vasca, de la capacidad para trasladar más allá, a cualquier ámbito y lugar, incluidos aquellos que presentan mayor dificultad por la polarización global hacia dos grandes idiomas, el formidable esfuerzo que durante el último medio siglo ha convertido en realidad lo que apenas era imaginable.