La interpretación de los datos del barómetro 2019 de Ikuspegi, el Observatorio Vasco de la Inmigración, que analiza la posición de la sociedad vasca y la incidencia en ella del fenómeno migratorio permite comprobar una constante, la aceptación por los vascos de la diversidad, al tiempo que matizarla a través de las premisas con que la condicionan. No puede ser de otra forma. La propia pluralidad inherente a la inmigración, en su amplitud de casos y experiencias, dificulta una posición común y carente de connotaciones que los diferencien. Pero si lo que se pretende es una fotografía amplia y generalizada de la receptividad de los vascos, cabe concluir que nuestra sociedad comprende los aspectos positivos que conlleva la inmigración y acepta esta como contribución a su propio desarrollo. Baste para confirmarlo el mínimo porcentaje (9%) que define el fenómeno como un problema -algunas encuestas han elevado ese porcentaje hasta el 40% en el Estado- pese a la consciencia por una gran mayoría (74%) de su creciente proyección; pero al mismo tiempo el condicionamiento de esa percepción positiva a la disposición y posibilidad de contribuir a la sociedad a través del trabajo, hasta el punto de pretender condicionar a este algunos derechos y servicios que no se cuestionan en el caso de otros colectivos. Ahora bien, este último matiz obliga a recordar, como el mismo estudio de Ikuspegi resalta, que el grado de aceptación de la inmigración está directamente ligado a la etapa económica y sus consecuencias en el bienestar de la ciudadanía, que el “índice de tolerancia” hacia los nuevos vascos se amplía en épocas de crecimiento y se contrae en momentos de crisis. También que las matizaciones a la aceptación de la diversidad no son impermeables a la interesada creación de estereotipos -como en el supuesto abuso de la protección social (lo cree el 53%) por los inmigrantes o su relación con la desigualdad de género (40%) y la delincuencia (37%)- desde determinados sectores. Y que, por tanto, exige una extremada prudencia en el análisis, precisamente para evitar dar pábulo a las teorías que afortunadamente no hallan hoy espacio en la sociedad vasca pero que en otros lugares ya han servido para alimentar el populismo xenófobo como caldo de cultivo de determinadas corrientes políticas.