Puede plantearse el debate de si las peticiones de las futbolistas profesionales se ajustan o no a la realidad, implantación y generación de recursos de esta disciplina; puede argumentarse también que de aprobarse esa demanda de las deportistas más de un equipo se vería obligado a desaparecer ante la imposibilidad de afrontar unas nóminas que, sin ser abultadas, escapan a su escaso presupuesto; puede haber planteamientos que cuestionen esta primera huelga indefinida que este pasado fin de semana iniciaron las futbolistas cuando apenas hace unos años no había una competición tan reforzada, patrocinada y retransmitida por televisión todos los fines de semana; pero lo que no admite réplicas es que si la apuesta por el deporte femenino ha sido asumida de forma contundente y sincera por toda la sociedad como otro avance en la igualdad, es necesario adaptar su marco laboral a los nuevos tiempos. No es comprensible que después de la campaña de promoción del fútbol femenino realizada en todo el Estado, de las promociones para llenar estadios y competir por ver quién mete más espectadores en las gradas, y de la relevancia informativa concedida a la participación de la selección española en un campeonato del mundo, después de todo este esfuerzo con tantas partes involucradas se haya desembocado en una huelga que suspende la competición por un conflicto que, de momento, no ofrece visos de resolverse. La demanda tiene como epicentro al fútbol, pero expone también la situación de precariedad en la que desarrollan la práctica deportiva de alto nivel muchas mujeres que deben compaginar su vida familiar, laboral y competitiva con los entrenamientos y los desplazamientos. Nunca se lo han puesto fácil a las mujeres, pero a esas trabas han respondido con resultados que, como en los últimos Juegos Olímpicos y en el caso del equipo estatal, han aportado una cosecha de medallas superior a la de los hombres. En el apoyo al deporte femenino, y volviendo a este conflicto de las futbolistas, hay mucho de postureo, de quedar bien ante una demanda social cada vez más numerosa, y muy poco de una apuesta sincera por un hecho deportivo que crece día a día y que requiere también de nuevas relaciones laborales. La convocatoria de esta huelga de las futbolistas por sus derechos es un buen ejemplo de que queda mucho por hacer.