Aexpensas de las derivas a que se sujetan siempre las negociaciones políticas, en el inicio de la ronda de contactos del consejero de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, en busca de apoyos para la aprobación del proyecto presupuestario elaborado por el Gobierno Vasco para el próximo ejercicio 2020 no se puede considerar inusual que Azpiazu rechace supuestos previos y separe el ámbito de negociación de las cuentas vascas del de la negociación para la investidura y la formación de gobierno en el Estado, aunque en ambos se involucren las mismas fuerzas políticas. No en vano, se trata de realidades e instituciones distintas y pretensiones y objetivos diferentes. Además, vincular ambas negociaciones podría llevar a la confusión de creer posible supeditar el resultado de una negociación al de la otra y limitaría de salida el abanico de posibilidades del Ejecutivo vasco cuando, como bien apunta el mismo Azpiazu, la intención es tratar de buscar con todos el consenso necesario para sacar adelante el proyecto. Ahora bien, esa dualidad no impide suponer, en un mero ejercicio de coherencia, que el encauzamiento de las relaciones entre PSOE y Podemos hasta el umbral de un gobierno de coalición en el Estado facilita un primer acercamiento de la formación que en Euskadi lidera Lander Martínez a las cuentas elaboradas por el Gobierno Urkullu. Especialmente porque las directrices generales del acuerdo que han dado a conocer Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en cuanto a su incidencia en políticas sociales y ambientales, no deben ser disonantes, siempre con sus propios matices, de las que permite avanzar un proyecto de presupuestos en el que los socialistas participan como socios de gobierno. También porque buena parte de las pretensiones explicitadas anteriormente por Podemos en lo social han tenido políticas ya desarrolladas en Euskadi como referencia. En todo caso, y aunque también se entiende coherente que un apoyo externo a los socios de gobierno -sea cual sea este- deberá tener un reflejo en la formalización de las cuentas por el Ejecutivo, el fracaso no es una suposición si lo que se pretende -como ya quiso hace un año EH Bildu y pareció apuntar Maddalen Iriarte ayer- es que dicha colaboración permita no ya matizar o modificar aspectos concretos sino condicionar y hasta transformar el proyecto.