Las pasadas elecciones generales celebradas en abril, y cuya repetición tendrá lugar el domingo ante la incapacidad de los partidos españoles para desatascar el bloqueo, registraron una alta participación popular debido, en gran parte, al justificado temor de la ciudadanía al auge que experimentaba la extrema derecha que, junto a PP y Ciudadanos, podía alcanzar o condicionar el gobierno en el Estado. La victoria de Pedro Sánchez estuvo en cierta medida cimentada en ese miedo a una alianza de las derechas que amenazaba con arrumbar algunas políticas iniciadas por el Ejecutivo socialista y poner en serio riesgo el autogobierno de Euskadi y Catalunya y el propio modelo autonómico. Finalmente, el fiasco electoral de Vox dio al traste con esa hipótesis. Sin embargo, en esta campaña del 10-N las formaciones españolas parecen haber renunciado a señalar los riesgos reales de este auge de la ultraderecha de claras reminiscencias, ideas, actitudes y referencias fascistas y franquistas. Solo el PNV ha plantado cara de manera contundente a Vox, a sus representantes más conspicuos y, sobre todo, a sus ideas. Los encontronazos del portavoz jeltzale en el Congreso, Aitor Esteban, con dirigentes ultras no son meras anécdotas o rifirrafes fruto de una táctica electoral. En el último debate, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, además de los habituales insultos y falsedades históricas, le espetó de manera directa al candidato del PNV: “Preocúpense, sí, porque como podamos les ilegalizaremos”. No es una salida de tono más. El programa electoral de Vox incluye de manera expresa “la ilegalización de partidos, asociaciones u ONG” que persigan la “destrucción de la unidad territorial de España”. Asimismo, plantea la eliminación de las autonomías, del conocimiento del euskera o el catalán para acceder a la función pública, la derogación de la Ley de Memoria Histórica, la deportación de inmigrantes “ilegales” y el levantamiento de “un muro infranqueable en Ceuta y Melilla”. Vox es fascismo de libro, ante el silencio cómplice del resto de partidos políticos. Espoleado por la situación en Catalunya y los graves errores en la gestión de la exhumación de Franco, Vox aspira, según las encuestas, a casi medio centenar de escaños. Un riesgo de involución evidente que merece una denuncia contundente y un cordón sanitario democrático y no el vergonzante blanqueamiento ideológico del que está gozando.