l miércoles, minutos antes de salir de casa para coger el autobús de la ikastola, mi hijo de ocho años apareció llorando en la cocina. Acababa de darse cuenta de que sus mejores cromos, esos de los que solo salen una vez cada veinte paquetes, habían volado. Ya no estaban en el álbum que con tanto orgullo había llevado a clase el día anterior para enseñárselos a los y las compañeras. Maldita sea, pensé, habida cuenta de que ese mismo fin de semana le había conminado/invitado a deshacernos del cromo repe que tenía de Santi Mina, el jugador del Celta condenado por agresión sexual.

La negociación, admito, fue dura. Pero soy una convencida del implicarse o no implicarse. Y de que implicarse sirve para sembrar y se recogen beneficios. Claro que ¿quién le explica a un chaval que no merece la pena tener repetido -y tratar de cambiarlo- a un jugador de fútbol con semejante expediente? Bueno, pues, después de todo, lo entendió y aceptó ver cómo el cubo del papel se convertía en el nuevo hogar de ese cromo negro para su reciclaje.

Pero con los desaparecidos la cosa pintaba de otra manera. Además de decirles hasta nunca se enfrentaba al "ya te lo dije", y al "no se puede llevar nada al colegio". Un doble castigo porque nadie merece que le roben y que luego, además, te abronquen por ello. Lo mismo que una mujer no se merece ser violada porque la minifalda era muy corta.

Al igual que con el cromo de Santi Mina, como sociedad habríamos de pasar por un cierto reciclaje para poder ser empáticos con las víctimas de cualquier atropello e implicarnos en la no repetición. Porque tendemos a desprotegerlas con salmos inoportunos e inadecuados cuando nos cuentan lo que les sucede y aumentamos así su dolor y desprotección.

Nuestra historia acaba casi bien. La profesora de mi hijo -mil gracias, Maite- encontró al responsable para que devolviera unos cromos que ya dábamos por perdidos. Final feliz, en todo caso, a medias porque el álbum no volverá a lucirse fuera de nuestro hogar, por si acaso. Esa libertad truncada pende ya junto a la percha de la que cuelga la minifalda "quizás demasiado corta" por si acaso también. l