n de abril de 2002 se inauguraba Artium. Fue un parto largo y difícil, no, "lo siguiente", como se dice en la calle. Hagamos memoria.

Una década antes de que Artium naciera, se fundaba la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes de Álava (AMBA) cuyo principal propósito era difundir la necesidad de levantar un nuevo museo que permitiera que los desbordantes fondos de arte contemporáneo del museo del paseo de la Senda pudieran mostrarse con dignidad. Así lo declaraba uno de sus socios, el historiador de arte Iñaki Díaz Balerdi: "Nuestra postura, sin entrar en detalles o en matizaciones técnicas, siempre ha sido clara. Apostamos por un nuevo museo, en un emplazamiento céntrico y que rompa con el modelo decimonónico de museo almacén. Queremos que el nuevo centro sea lo suficientemente amplio para que cumpla con sus objetivos de manera desahogada, se le dote de una asignación presupuestaria digna, se respete su total autonomía en cuanto a gestión y a programación, y se convierta en una referencia ineludible de la vida cultural de Vitoria y de la provincia de Álava. Un museo, en definitiva, activo, vivo, generador de cultura, y que sea vanguardia y catalizador de los impulsos artísticos de la sociedad, tanto en lo referente a creación como en lo que se refiere a percepción y disfrute de nuestro patrimonio artístico."

Pero esta batalla no era nueva, pues la primera idea para enmendar el problema de falta de espacio del Museo de Bellas Artes provenía de finales de los años setenta: dividir su profusa colección en tres conjuntos: uno dedicado al arte vasco que se ubicaría en Ajuria Enea, el arte contemporáneo se desplegaría en un nuevo edificio y el palacio de Augusti acogería el resto de obras. Después, en los años ochenta, se pensó crear dentro del recinto del museo otro edificio para albergar los cada vez más extensos fondos de arte contemporáneo. Es entonces cuando el Servicio de Museos plantea la idea de no solo construir un edificio de nueva planta sino de crear en él un Museo Vasco de Arte Contemporáneo. Posteriormente, las tres Diputaciones Forales aprobaron esta idea.

Pero pasaron los años y ni rastro de ese nuevo museo. Siempre se aducían problemas presupuestarios y disputas sobre su posible ubicación. ¿Les suena a algo? Recordemos como en 2005 el arquitecto Navarro Baldeweg proyectaba un "auditorio" que nunca llegó a construirse. Fue el comienzo de un culebrón aún por finalizar. Pero volvamos a Artium: tuvo que llegar el "efecto Guggenheim", el "agujero" dejado por la antigua estación de autobuses y mucha movilización ciudadana (recordemos el slogan Que nazca ya, de la campaña orquestada por AMBA), para que finalmente Artium diera el salto del terreno de la ficción al real. Sorpresivamente, su primer director declaraba un lustro después de su inauguración: "Artium nació con dificultades ambientales, porque colectivos como Amárica o los Amigos del Museo de Bellas Artes nos hicieron salir un poco con forceps".