n las actuales sociedades, los guiones de las vidas que las dotan de vida no difieren mucho entre sí. Asumimos que tenemos que "pisar tierra": no podemos abocetar una biografía nuestra que pertenezca al género de ciencia ficción. Así que escribimos en nuestro guión cómo cursaremos unos estudios y de qué manera, posteriormente, nos incorporaremos al mercado de trabajo. En el ámbito emocional, nuestra narrativa avanzará reflejando la búsqueda y encuentro de una pareja sentimental. Ahí nuestra historia puede seguir por una dirección, si tenemos prole, o por otra, si no es el caso. También la vivienda -si la compramos o la alquilamos- será un matiz relevante en el argumento. O el hecho de si trabajaremos por cuenta propia o ajena. Obviamente todo el guión estará plagado de pormenores que nos parecerán muy relevantes -como si esa pareja será de un género, u otro, si tendremos o no descendencia, si trabajaremos en nuestra ciudad o en otra...- pero nuestro libreto, en definitiva, no se alejará mucho del de nuestros semejantes. Tampoco reflejaremos en él los posibles cambios políticos o sociales que pueden venir porque no sabríamos después cómo continuar ese disidente guión.

La verdad es que tampoco anhelamos que nuestra película sea distinta a la de otros. Porque no podemos imaginar nuestras vidas fuera de esos parámetros que hemos conocido, que conocemos, que hemos heredado y que constituyen los cimientos sobre los que nos han educado. Por otra parte tampoco tenemos claro si en nuestras manos ha estado -o está- la posibilidad de escribir otro guión que ese que estamos ahora mismo todos interpretando. Es verdad que sabemos, nos consta, que hay que personas que parecen vivir de otra manera no ajustándose a ese manido libreto. Pero tampoco nos interesan demasiado. Nos suelen atraer más esos personajes que siguiendo fielmente esa trama, nuestra trama, la de la mayoría, han conseguido triunfar en la vida según marcan los actuales tópicos narrativos: nadando en la fama o en el dinero. Han interpretado el guión, pero como protagonistas y no como actores secundarios.

Si miramos hacia atrás, en ese largo túnel del tiempo tan poco transitado hoy en día, veremos cómo hace solo tres décadas, cuatro décadas... las personas redactaban otros guiones sobre sus vidas. Se escribía sobre otros posibles sistemas educativos, políticos y sociales. Creativos guiones que a veces se llevaban al terreno real: hubo revoluciones, personas viviendo el amor libre en comunas... Los hippies soñadores, los punkis anti-sistema, los filósofos e intelectuales imaginaban otro tipo de sociedades más libres y plurales mientras vivían a salto de mata entre los resquicios de los altos muros de la sociedad de su momento. Quizá ya no sea posible escribir esos imaginativos guiones porque esos espacios de libertad que permitían hacerlo se han cerrado. Con el aguaplast de leyes y normativas. La sociedad, en definitiva, se ha empobrecido con el triunfo del "guión" único.