edicaba Julio Cortázar una de sus clases magistrales a la importancia del humor en la literatura. El humor como instrumento para poder hablar de cosas serias. Decía Cortázar que el humor "desacraliza", que el humor "está pasando continuamente la guadaña por debajo de todos los pedestales, de todas las pedanterías, de las palabras con muchas mayúsculas" y que esto ayuda a hablar incluso de lo más trágico sin dramatismos y de una manera más eficaz. El humor puede ser un gran destructor, pero al destruir construye, decía, y comparaba el uso del humor en la literatura con la construcción de un túnel: un túnel es una construcción, pero para construirlo hay que destruir la tierra, hay que hacer un agujero y retirar lo que allí había. Se construye el túnel a través de esa destrucción. El mecanismo del humor funciona de manera similar: echa abajo valores y categorías usuales, les da la vuelta, las muestra del otro lado, y bruscamente puede hacernos ver cosas que, en la costumbre, en el hábito, en la aceptación cotidiana no veíamos. Y en este punto diferenciaba la comicidad del verdadero humor. Lo cómico, en su opinión, es crear situaciones que hacen reír un momento, pero no tienen una proyección posterior, terminan en el chiste, son sistemas de circuito cerrado. Sin embargo, el humor va más allá del chiste o de la situación misma: contiene una crítica, una sátira, una referencia que puede ser incluso dramática. Este es el humor que sirve en la literatura y creo que también nos puede servir en la vida. Un humor que, en definitiva, nos haga pensar y nos permita mirar a la vida desde otra perspectiva. Porque el humor nos puede ayudar, entre otras cosas, a disminuir la importancia de lo que aparentemente es muy importante para mostrarnos dónde reside la verdadera importancia de las cosas. El humor, además de ser un buen salvavidas, es también un eficaz recurso para ver la vida con más inteligencia y precisión.