oy en día, el tiempo nos obsesiona en general. Nos preocupa el paso de los años, de los meses, incluso de los minutos, cuando sentimos que se nos van.

Tic tac

De hecho, imagínese que usted está esperando en la calle. Ha quedado con alguien. Ese alguien se retrasa.

Tic tac tic tac tic tac, t i c t a c

5 minutos... 8 minutos... 10 minutos...

T i c t a c

15 minutos... 25 minutos...

Durante la espera, es probable que usted en algún momento se enfade. Consideramos irrespetuoso que nos hagan perder el tiempo. El tiempo es oro, decimos.

Sin embargo, ¿siempre fue así? No. Fue con los "tiempos modernos" (que decía Charles Chaplin), que comenzamos a convertir el tiempo en un objeto de consumo. Hoy utilizamos dichos como "ganar tiempo", "malgastar el tiempo", o incluso "ahorrarlo". Son la expresión verbal de un cambio de mentalidad respecto al tiempo, que la sociedad ha experimentado en las últimas décadas. Veamos en qué sentido.

En la época anterior a la revolución industrial, la naturaleza, y no el reloj, determinaba el devenir del día. El trabajo en el campo comenzaba cuando salía el sol, y acababa cuando se ponía. Tareas como sembrar, cosechar o vendimiar las marcaba la climatología y no el calendario (como sigue ocurriendo hoy en día en la agricultura). El tiempo, para todo el mundo, era cíclico. Se vivían los años como una repetición cíclica de las estaciones: primavera, verano, otoño, invierno, y vuelta a empezar.

Sin embargo, con la llegada de las fábricas, el tiempo se hizo lineal. Es decir, pasó a ser algo segmentado linealmente, como una carretera recta que se puede fragmentar en kilómetros, metros y centímetros. El reloj comenzó a regir la vida laboral de las personas trabajadoras. La implantación de horarios acabó extendiéndose al resto de ámbitos (comercio, centros de salud, ocio...). Y todo cambió. La vida cotidiana se convirtió en lineal, como una secuencia de etapas que vamos quemando. Tic tac tic tac la persona a la que esperas sigue sin llegar.

En esta evolución, también hemos llegado a un momento en el que usamos el minuto como unidad básica para medir el tiempo (igual que usamos el metro para medir el espacio). Un ejemplo: contamos cuánto esperamos a alguien en la calle en minutos, no horas, ni segundos.

En otras culturas la unidad básica es la hora, el día, o incluso la semana, y no pasa nada porque un autobús llegue horas o días después de lo previsto.

Esto, que nos puede resultar inconcebible, podríamos entenderlo si un día tuviéramos que emigrar a un país en el que la unidad básica del tiempo fuera el segundo. Imaginémoslo. Quedamos con alguien. Llegamos 20 segundos tarde y se enfada. Encontramos un trabajo. El primer día llegamos 15 segundos tarde y nos sancionan por impuntualidad.

Sin duda, creeríamos que es un sinsentido obsesionarse por los segundos. ¿Pensarán lo mismo las personas que miden el tiempo en horas y nos ven obsesionarnos por los minutos?

De todo lo anterior, se desprenden dos conclusiones. Primero, el tiempo es arbitrario. La forma en la que usted o yo concebimos el tiempo es solo una de las muchas formas posibles. En Álava, donde residimos personas de países y culturas muy diversas, esta mezcla de gentes nos puede ayudar a relativizar nuestra propia concepción del tiempo.

En segundo lugar, saber que "otro tiempo es posible" puede llevarnos a reflexionar sobre nuestra obsesión por la rapidez y por "ahorrar" tiempo, por ejemplo en el transporte. Para que un paquete pedido por internet nos llegue a casa en menos de 24 horas, ¿estamos dispuestos a cargarnos el planeta con carreteras y trenes más veloces? ¿Hasta dónde queremos seguir valorando la calidad de un servicio en función de lo rápido que se presta?

El minuto no puede ser la medida del tiempo. Y es que la comunidad científica no deja de decírnoslo: No tenemos un Planeta B. Necesitamos transformar nuestro modus vivendi y nuestra velocidad social. Solo así podemos hacer que, en el futuro, el cuento de cada año nuevo no sea "Érase una vez un planeta" que colapsó, sino "Érase otra vez" un planeta que decidió a tiempo empezar de nuevo.

Tic tac.

Hemos convertido el tiempo en objeto de consumo. Lo ganamos, lo perdemos, ahorramos. El tiempo es oro

Parece como si la Tierra vale menos a medida que nuestro tiempo vale más