a semana pasada, la justicia argentina revocó el procesamiento de Rodolfo Martín Villa que llevaba a cabo la jueza Servini ante las acusaciones de delitos de lesa humanidad que hubiese podido cometer mientras era ministro, entre ellos su responsabilidad en las muertes que se produjeron durante el 3 de marzo de 1976 en Gasteiz y los Sanfermines de 1978 a manos de la Policía. La razón de este desestimiento a proseguir con el caso si no hay novedades es la falta de pruebas "directas o indirectas, indiciarias, variadas y/o unívocas compatibles" con esos delitos. Durante este procesamiento, todos los expresidentes españoles vivos (Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy) y varios exsindicalistas y políticos escribieron a la jueva Servini en favor de Martín Villa, del que coincidieron en resaltar su "contribución a la democracia", su "compromiso" con la consolidación democrática "y el Estado de derecho", su "entrega" y "esfuerzo" en el logro de la paz, la concordia y la reconciliación. Un angelito incapaz de cometer delitos de lesa humanidad.

Dos días antes de esta decisión, Mikel Antza compareció telemáticamente ante la Audiencia Nacional por la acusación, también, de crímenes de lesa humanidad por haber sido jefe o miembro de la dirección de ETA entre 1992 y 2004, tiempo en el que 90 personas fueron asesinadas. Se negó a declarar. A los juzgados acudieron a solidarizarse con él miembros de Sortu y EH Bildu, que destacaron que "la paz, la convivencia y la solución necesitan que Mikel esté con nosotros". Nada se dijo de su posible implicación, no importa. Los elogios a su "contribución", "entrega" y "compromiso", como el "valor" en la mili, se le suponen. Otro angelito.

No, no son el mismo caso, pero a muchos se nos hace imposible una memoria selectiva que exija juzgar a uno de ellos, saber la verdad y hacer justicia con las víctimas pero perdonar o comprender al otro y abrazarlo porque es "uno de los nuestros".