in duda 2021 ha sido el año en que hemos aprendido a convivir con la pandemia gracias a las vacunas, por supuesto, el año que pasamos de ser 28 a ser 27 y el Brexit se hizo realidad, pero la historia la escriben las personas y por eso será recordado como el año que Angela Merkel dejó de ser Canciller de Alemania. Tras cuatro mandatos, dieciséis años al frente del Gobierno alemán y de la política europea, al ritmo punky de Nina Hagen, la mujer primero de hierro, luego de asilo de refugiados y siempre del diálogo en las instituciones europeas, ponía fin a la era policrisis de la UE. 2021, como siempre que se hace balance, ha sido según queramos ver la botella medio llena o medio vacía. Es cierto que los grandes retos y desafíos europeos siguen ahí: inmigración, gobiernos antieuropeístas como los de Polonia y Hungría que violan los principios y valores de la UE, crisis económica y sanitaria fruto de la pandemia y un planeta que más que promesas de plazos para ser descarbonizado, necesita acciones inmediatas. Pero también es verdad que hemos sobrevivido como Unión al Brexit y a la covid-19, como lo hizo el euro en la crisis financiera mundial de 2009.

Cuando uno habla de la UE conviene siempre analizar el estado de salud de su soporte básico: el eje franco-alemán. Alemania cambia de gobierno y pasa de la etapa de grandes alianzas de los democristianos y socialdemócratas a un tripartito novedoso con Olaf Scholz del SPD como líder, acompañado de Verdes y Liberales. Todo es nuevo, pero el personaje, hasta ahora vicecanciller, tiene suficiente experiencia y solvencia como para que la nave no zozobre. Además, los Verdes ya han demostrado en länders y ayuntamientos su pragmatismo y preparación para afrontar este momento, mientras que los liberales son ya un clásico en los ejecutivos de coalición germanos. Nada será igual sin Merkel, pero Alemania seguirá siendo una base segura y sólida sobre la que seguir construyendo Europa. En Francia, el 2021 ha sido año preelectoral. Los comicios presidenciales galos tendrán lugar en abril y mayo de 2022, por lo que en gran medida todo está ya condicionado por esa gran cita. Macron tiene todas las bazas para repetir como inquilino en la Palacio del Elíseo y este año ha tratado ya de contrarrestar el sobrepeso de la Alemania de Merkel en el eje franco-alemán, acercando posturas con el primer ministro italiano, Mario Draghi.

Los problemas internos los han seguido protagonizando los gobiernos ultranacionalistas de Polonia y Hungría. Con expedientes abiertos por Bruselas por incumplimientos reiterados de los Tratados de la UE en capítulos de libertades y respeto de los Derechos Humanos, la situación se ha ido tensando hasta el punto de que la Comisión ha puesto en marcha la norma de condicionalidad impidiendo la llegada de fondos europeos a los Estados díscolos. Las instituciones de Bruselas han demostrado unidad y firmeza a la hora de no permitir a Orbán y Morawiecki que flagrantes violaciones de las reglas de juego europeas no tengan consecuencias para ellos y para sus gobernados. En otros Estados que han tenido veleidades eurófobas como Austria, Eslovenia o Chequia, los populistas han perdido posiciones.

Pero a lo que se han dedicado las instituciones europeas principalmente este 2021 ha sido a tratar de salir de la crisis provocada por la pandemia. Primero mediante la puesta en marcha del sistema de vacunación, qué pese a los titubeos y errores iniciales, ha resultado un completo éxito dotando de dosis suficientes a los Estados miembros y donando más de 1.000 millones de vacunas al resto del mundo. Además, se han aprobado los planes de recuperación y resiliencia del Next Generation EU, lo que en el caso de España ha supuesto la llegada antes de final de año de 10.000 millones de euros. Una estrategia complementada por la puesta en marcha del certificado digital europeo que ha garantizado la movilidad interna en la UE imprescindible para que la reactivación de la economía, sobre todo en la zona euro, sea un hecho. Seguimos siendo poco relevantes en el mundo en el que se produce la batalla hegemónica entre Estados Unidos y China, el drama de los inmigrantes huyendo de la muerte en nuestras fronteras sigue recordándonos todos los días que no somos ese espacio de libertades plenas que decimos ser, pero como en la sátira felliniana, la nave va.