n amigo de mi cuadrilla se comportaba de vez en cuando de modo insolidario. Daba igual elegir entre Otamendi y Golden o la hora de jugar un partido de fútbol, se mosqueaba, se encasquillaba y decidía no participar. Las gentes de HB, luego Bildu, también han venido negándose a colaborar en la construcción de las cosas para todas y todos. Exclusivamente lo hicieron cuando mandaron ellos solos en Gipuzkoa, pero con tanta gala de su activismo contra la opinión de los demás, entonces centrados en el basurerismo, que en cuatro años la gente, a la que ellos siempre dicen representar, los echó. Creo que en parte les pasó y les sigue pasando algo parecido a lo que debía sentir aquel amigo díscolo, quien si no se hacía lo que él quería o no era protagonista, se mosqueaba.

Si mi amigo se normalizó con la madurez, a las gentes de Bildu les cuesta, y es que en ellos la madurez no es solo quitarse la obsesión del protagonismo, es saber pasar de activistas de ayudar a los suyos a políticos con responsabilidad sobre el bienestar de toda la sociedad. Además, esa transición a la política más allá del activismo intolerante no solo la tendrán que dar quienes están en primera línea, sino todos aquellos a quienes enseñaron el camino y les ríen las gracias cada día.

Ahora dan un pasito y tras aprobar dos consecutivos presupuestos españoles se abstienen en los de Euskadi, lo que ya es. Y si el progreso del amigo a participar fue amistad, lo de Bildu pudiera ser necesidad, aunque D. Otegi se ha apresurado a decir que es sexo sin amor, que tampoco será mucho, pues una abstención es, como mucho, un magreo. Claro que lo mismo que de la necesidad se puede llegar a la virtud del convencimiento, el sexo puede llevar al amor, que si no sería vicio. Lo que ha quedado claro es que, no sé si por pudorosos o soberbios, aunque solo sea para meterse mano, les cuesta mucho dar un paso.