la iglesia navarra le va la marcha. La marcha militar. No sé qué tiene la sucursal vaticana en la Comunidad Foral, a cuyas cabezas les ponen tanto los uniformes. El fallecido arzobispo de Pamplona Fernando Sebastián ejerció de martillo público de objetores en la provincia más insumisa del Estado. En la foto que más se recuerda de él aparece con el tricornio puesto, el día de la patrona del Benemérito Cuerpo. En la misma onda, le sustituyó en 2007 nada menos que un obispo castrense, Francisco Pérez. Ahora, es precisamente su segundo, Juan Antonio Aznárez, obispo auxiliar de la diócesis pamplonesa, quien acaba de acceder al mismo puesto como cabeza de los capellanes de la Iglesia en las fuerzas armadas y categoría de general de división. Casi na. Aznárez acaba de declarar que algo sabe del tema, porque fue tirador de carro de combate en una unidad de caballería. Menos mal que no ha querido demostrarnos sus aptitudes en el tiempo que ha pasado en el Palacio Episcopal. De él no recuerdo ni una mala palabra ni una buena acción, pero supongo que será debido a mi falta de información. Su tono discreto ha sido, en general, compartido por Pérez, su hasta ahora superior jerárquico, quien a principios del próximo año dejará el cargo por cumplir 75 años. Desconozco qué sabor de boca les deja a sus fieles. Tal vez bueno. Quizás no tanto a los afectados por los casos de abusos sexuales de personas relacionadas con la Iglesia. Para su sucesión se habla de José Ignacio Munilla, conocido por sus ideas ultraconservadoras. Se dice que los mismos que en la década de los 90 echaban pestes contra la posibilidad de un obispo euskaldun para Navarra ofrecen misas para que el actual titular de la diócesis de San Sebastián venga a vestir la mitra de San Fermín. A esa gente también le va la marcha. La marcha atrás.