hora que, tras la pandemia (o todavía en ella), se ha constatado un importante ascenso de problemas psicológicos entre la población, me ha venido a la cabeza algo que escuché una vez: que las personas ególatras y narcisistas no llegan nunca a los psicólogos, sino que llegan sus damnificados. Y realmente pienso que, a pesar de que cada vez esté más normalizado que una persona acuda al psicólogo en algún momento de su vida, todavía son más las personas que acuden por ser damnificadas de otras personas que están mal psicológicamente. Así vemos que al psicólogo puede acudir, por ejemplo, una madre cuyo hijo adolescente le hace la vida imposible, una mujer que es maltratada psicológicamente por su pareja, un alumno que tiene ataques de ansiedad debido al bullying que sufre en clase o un trabajador o trabajadora que sufre un abuso de poder por parte de sus superiores. Cuando te preguntan cómo estás, a veces dan ganas de decir que tú, vaya, pero que quienes te rodean no te lo ponen fácil. Y eso es difícil arreglarlo tratando únicamente las consecuencias que ese entorno genera en ti. No sos vos, soy yo es el título de una conocida película argentina. En muchos casos, sin embargo, un título más realista podría ser: "No soy yo, sos vos". Quizás seas tú y no yo quien necesite un tratamiento psicológico o algún otro tipo de terapia para, con perdón, dejar de joder a los demás. Pero ocurre generalmente que quien genera dolor a su alrededor muchas veces ni siquiera lo reconoce y mucho menos va a reconocer que quizás necesita que le vea algún especialista para desarmar su agresividad, desinflar su egolatría, activar su empatía hacia otras personas, o encaminar sus frustraciones para que no se conviertan en arma arrojadiza hacia la gente que le rodea. Y así, mientras los gabinetes psicológicos están llenos de víctimas de otras personas, éstas, en muchos casos, siguen viviendo tranquilamente sin reconocer la contaminación psicológica que producen.