ira si es grande el poder de la mente que nos ponemos una chaqueta vaquera para salir de casa estas mañanas heladoras y nos convencemos de que nos da calor. Llevamos la chaqueta vaquera, esa prenda homeopática, sintiendo que nos abriga sin que realmente lo haga. Y así con todo. Si tú crees que te hará bien, te hará bien me ha repetido mil veces mi madre y como todas las frases que repiten las madres es absolutamente cierta. Llegamos a pensar: menos mal que he sacado la chaqueta vaquera que si no me iba a helar. Y lo decimos tiritando, pero no importa, porque lo importante es sentirse bien y creérselo. Hay veces que escucho algunos discursos, en especial de líderes políticos, y pienso: ¿realmente está convencido o convencida de lo que dice? Y si es así, ¿quién le ha convencido de la genialidad de sus palabras? Porque siempre tiene que haber alguien que aliente, que anime, que caliente a la persona que va a dar la cara públicamente para soltar, en muchos casos, un disparate. Hay gente, por tanto, que tiene el poder homeopático de las cazadoras vaqueras para hacer creer a alguien que está bien abrigado cuando realmente está desnudo como el emperador del cuento de Andersen. Son esas personas convincentes que te pueden llevar a hacer algo que no te gusta y hacerlo convencida de que lo haces a gusto. Y para ello utilizan los mismos argumentos y herramientas que usa diariamente la gran maquinaria de marketing consumista que nos rodea y que nos convence de que esta chaqueta abriga, esta crema rejuvenece, esta colonia te hace más sexy y este libro de autoayuda te dará todas las soluciones mágicas a tus problemas. La verdad es que el caladero en el que pescan es amplio, porque se encuentran con una audiencia que muchas veces se lo está pidiendo a gritos: convencedme, convencedme de lo que sea, que yo lo que quiero es ser feliz. Aunque lo pidan tiritando y con la chaqueta vaquera puesta.