e gustaría contarle a mi hija de qué va el melocotón. No sé si recuerdan aquella entrevista en la que al Fary le preguntaban cómo llevaba su esposa que él coqueteara y se liara con otras mujeres mientras ella se quedaba en casa. Tras dejar claro que él respeta mucho a las mujeres porque para él que son lo más bonito del mundo, sentenció: "Mi mujer ya sabe de qué va el melocotón". Pues eso, de ese melocotón me gustaría hablarle a mi hija. Me gustaría advertirle de que su jugo llega a pringarlo todo y convierte en pegajosos algunos suelos, en cárceles algunas camas, en escenarios de humillación algunas oficinas y en violencia contra los cuerpos de las mujeres algunos videojuegos, anuncios y muchos productos de consumo. Me gustaría prepararla para las trampas que le tiene preparada la vida por nacer mujer y contrarrestar esa inercia contraria a sus derechos y sueños haciéndola consciente de su valía, de su poder, de todas sus posibilidades. Me gustaría que disfrutara del amor, pero que no permitiera que en nombre del amor ninguna persona coarte su libertad o no respete sus decisiones. Me gustaría contarle que esas escenas de sexo violento y denigrante para las mujeres que circulan ya por sus móviles no son la realidad y que el sexo debe ser un disfrute mutuo en el que nadie tenga poder sobre la otra persona, ni nadie tenga que hacer nada que no le apetezca hacer. Me gustaría advertirle sobre ese efecto instagramer que tanto daño está haciendo especialmente a las chicas, creando en ellas una ansiedad sin límites, por tener que aparecer en sus fotos siempre guapas, delgadas, estupendas. Me gustaría convencerle de que sus uñas, su pecho y su ombligo no valen más que su cerebro, su carácter, su valiosa aportación al mundo como ser humano único. Me gustaría enseñarle a tener siempre en cuenta a las demás personas, pero, al mismo tiempo, a defender su autonomía, para poder tomar sus decisiones en libertad...

En fin, que me gustaría contarle de qué va el melocotón antes de que alguien se lo cuente a la manera del Fary.