l 1 de junio de 2018 fue el Apocalipsis. Jamás los dirigentes del PP habían imaginado que fueran a perder el poder con una moción de censura, trámite que hasta entonces nunca había prosperado, y que lo fueran a perder por el apoyo de todas las fuerzas parlamentarias progresistas -tan dispares, tan modestas, tan radicales, tan incompatibles- a un advenedizo Pedro Sánchez que ni siquiera contaba con el consenso de su partido, el PSOE. Aquella súbita pérdida del poder fue cataclismo para una derecha tan asentada en el mando que difícilmente podía resignarse a abandonarlo de aquella manera.

Recuérdese a Mariano Rajoy, el desalojado, en shock y como esfumado con sus íntimos en el reservado de una cafetería, ausente del pleno parlamentario que proseguía para cerrar los trámites de la moción. Aquello fue tal conmoción, tal descalabro, que a estas alturas, tres años y unas elecciones después, el PP no ha acabado de asumir que son otro partido y otro Gobierno los que mandan y que su flamante presidente, Pablo Casado, debería ya haber superado el duelo.

Está claro que Pablo Casado no ha salido del velorio, que no ha abandonado el tanatorio, y que ni siquiera ha iniciado las cinco etapas que los psicólogos plantean como indispensables para superar el duelo.

1.- Etapa de la negación. Hasta tal punto Casado no ha aceptado la pérdida del poder, que sigue proclamando que Sánchez es un presidente ilegítimo, que los acuerdos para la moción de censura fueron ilícitos y que nada de lo que proponga su Gobierno debe ser respaldado. No puede creer que aquello hubiera ocurrido. Y en ello sigue.

2.- Etapa de la ira. Desde el primer momento, Casado se desató en improperios contra Sánchez, estrujó el diccionario de sinónimos en el apartado de insultos pero no ha bajado el pistón de agravios y descalificaciones hacia quien cree culpable de lo que sigue calificando como atraco al poder sempiterno de la derecha. Ahí se ha quedado.

3.- Etapa de la negociación. De un político que aspire a gobernar debe esperarse que tras el trauma de una derrota electoral recupere el aliento para procurar que su caída sea lo menos estrepitosa posible, y para salvar los muebles procurando negociar con quien le derrotó espacios de recuperación para que la sociedad vuelva a confiar en él. Casado, por el contrario, ha roto todos los puentes sin resquicio alguno para el acuerdo. Jamás negociará.

4.- Etapa de la depresión. Como una muerte en lo social, una derrota en lo político es un acontecimiento de extrema gravedad que abruma a quien debe asumirlo. Casado, por el contrario, ha mudado la depresión por la arrogancia, pretendiendo un liderazgo valentón que disimule el batacazo. Todo menos aparecer vencido.

5.- Etapa de la aceptación. Desde que lidera el partido, Pablo Casado no ha hecho otra cosa que desafiar a Sánchez, armarse contra él desde el insulto, la provocación y la chulería. Lejos de aceptar la derrota, ocupa su tiempo en planear estrategias de venganza, la última esta frenética exigencia de adelantar elecciones como consigna que siguen todos sus portavoces y sus apoyos mediáticos.

En fin, que Casado no ha superado el duelo, ni de lejos. Anclado y sumergido en el luto de aquella hecatombe de 1018, se ha limitado a rebelarse contra la derrota, sin recuperarse aún del inmenso descalabro que supuso para la derecha extrema española perder el poder y perderlo de aquella forma.