ablo con la gente estos días y se repite una y otra vez la palabra cansancio. Como si necesitáramos más que nunca unas vacaciones. No es de extrañar teniendo en cuenta el tiempo que llevamos de pandemia, lo que ha impactado en nuestras condiciones de vida (mucho más en la de algunas personas que en las de otras), las angustias, el miedo, los encierros, las restricciones, las pérdidas... Llevamos mucho tiempo continuado de mucha tensión e incertidumbre y es normal que aflore el cansancio. Intuyo, sin embargo, que no solo es cansancio lo que nos hace resoplar tanto últimamente. Quizá hay también una sensación de impotencia que nos está dominando no solo ante la pandemia generada por el virus, sino ante otra peligrosa pandemia que se nos presenta cada vez con más descaro en forma de intolerancia, violencia y fanatismo. Sabemos que la ultraderecha está conquistando espacios, que vuelven discursos que se creían superados, que hay una reacción contraria a la igualdad y los derechos, que la amenaza está ahí, pero sentimos impotencia, como si nos encontráramos ante una fuerte corriente de viento o una gran ola que no pudiéramos parar. Es difícil y doloroso reconocer nuestra propia impotencia, por eso a veces hablamos de cansancio cuando en el fondo lo que sentimos es una gran incapacidad para cambiar las cosas. Realmente es difícil creer que puedes cambiar el mundo cuando vives en una sociedad en la que unos jóvenes atacan a un chico por ser homosexual, en la que un hombre asesina a una mujer porque siente que es suya, en la que mueren en el mar inmigrantes que buscaban una vida mejor, o en la que mujeres de países pobres satisfacen las necesidades sexuales y de poder de los hombres de países ricos a cambio de dinero que necesitan mandar a su familia a fin de mes. Resoplamos por cansancio, pero resoplamos también porque no vemos la manera de cambiar el rumbo, o quizá vemos la manera, pero no vemos la posibilidad de llevarla a cabo. Demasiados intereses contrarios a nuestro honroso objetivo. Demasiada energía necesaria. Y, sin embargo, no nos queda más remedio que recobrarla.