e dos mis claves". Hoy en día, decirle eso a alguien es como poner en sus manos tu corazón. No hay mayor declaración de confianza. Lo que hace no tanto se expresaba dando una copia de las llaves de tu casa a una amiga o un familiar, hoy se puede demostrar ofreciéndole tus claves. Piensa a cuánta y a qué gente le darías tus claves sin pensarlo y sin temer nada; la de tus redes sociales, tu correo electrónico, tu cuenta bancaria online, el pin o el patrón para desbloquear tu teléfono móvil... A quién darías esas llaves a tu intimidad, a tu imagen y voz online, a tu archivo de conversaciones, fotos, vídeos, notas... Cada vez guardamos más cosas detrás de nuestras claves, por lo que ofrecérselas a alguien se convierte en una auténtica declaración de confianza.

Hace poco he sufrido un intento de robo de una de mis claves, la de una de mis cuentas en redes sociales. Además de dejarme varios días sin poder acceder a esta red -lo que, por cierto, me ha enseñado que mi dependencia a la misma es mayor de lo que pensaba- me ha reafirmado en la idea del poco control que tenemos sobre todo lo que vamos generando en la red. Basta que un día te roben la clave de acceso para que cualquiera pueda hablar en tu nombre diciendo cualquier barbaridad. De repente, me he sentido absolutamente vulnerable en la red. Y esto me ha hecho pensar en el control del big data, de la cantidad ingente de datos que generamos y que no sabemos muy bien quién controla . ¿Sabemos, por ejemplo, que nuestros hábitos de compra se venden a cadenas comerciales? ¿Sabemos realmente a quién estamos dando nuestra información cuando rellenamos un formulario o pasamos nuestra tarjeta en una compra? Desde luego no a alguien a quien hemos decidido dar nuestras claves porque sea de confianza. Y es que alguien ha entrado ya en nuestra vida sin necesidad de pedirnos ninguna clave. Alguien tiene las llaves de nuestra casa y no es ni una amiga ni un familiar.