l fútbol es cosa de hombres". "El fútbol femenino no es fútbol ni es femenino". No hace mucho tiempo que oíamos esto con mucha frecuencia.

Durante años existió. El fútbol femenino existió pero no era conocido ni consumido por el gran público. Existía, pero se esperaba poco de él. Nadie, y digo nadie, podía imaginar que algún día llegaría su profesionalización.

¿Qué ha pasado en los últimos años? No sé quién es el responsable, no sé cuándo fue el principio, no sé ni siquiera cómo se seguirá escribiendo esta historia. Solo sé que el día 15 de este mes el fútbol femenino obtuvo la validación de profesional por parte del CSD. Quizás, personalmente, pongo demasiadas expectativas en la profesionalización. Hay un motivo: cada vez que veo a una niña pidiendo a una jugadora un autógrafo, sé que algo está cambiando. Sé que estamos creando referentes en el fútbol femenino, niñas que quieren ser las mujeres que ven en el campo. Algo jamás imaginable hace muy poco tiempo, porque en este caso, la realidad avanza más rápido que nuestra propia imaginación. La semana pasada supuso el principio del futuro, la primera piedra de un futuro igualitario, de un futuro de reconocimiento, de un futuro de justicia. Quizás lo esté fiando muy alto, pero por fin comenzaremos a tratar de igual a igual a las futbolistas y los futbolistas. Iniciamos un camino de igualdad. Largo, pero después de más de cincuenta años esperando, por fin se abre la puerta de lo que debe ser algo normal. La profesionalización supone la igualdad y para ello es innegable la necesidad de generación de recursos, y ¿por qué no? El fútbol es pasión, sentimiento, pero también es industria. Dejemos que nuestras jugadoras generen rentabilidad, consumo televisivo, patrocinio, ticketing... Sueño con el día en el que pensemos en fútbol y no tengamos que añadir "femenino". Ese día llegará y supondrá que aquellos que aún piensan que "es cosa de" serán una minoría y quizás, no sea ninguno.