xisten momentos que engullidos por el día cambiante y veloz pasan desapercibidos. En sí mismos no hay duda de que tienen valor, pero vistos dentro de un contexto toman una relevancia supra y se convierten, si cabe, en más importantes de lo que son. En sólo cuatro días, en Euskadi hemos podido comprobar el dificíl camino que tenemos por delante para la construcción de una memoria inclusiva y la fragilidad de las baldosas con que queremos construirla. El anuncio del Plan de Convivencia, los Derechos Humanos y la Divesidad; el ataque a un dirigente del PP; la falta de condena de EH Bildu de Gasteiz al mismo; y la apertura de un Centro Memorial de Víctimas que obvia a aquellas no reconocidas nos ofrecen una imagen de ese momento real en el que se encuentra la CAV en materia de normalización. Cuatro instantáneas importantes, esenciales en sí mismas, que unidas nos colocan en un espejo de lo que tenemos por delante para trabajar. Es cierto, sería innegable no hacerlo, que mucho hemos avanzado desde que ETA dejara de lastrarnos la vida hace una década. Pero también debemos asumir con realismo que existen sectores, a derecha e izquierda, que en estos diez años han decidido no moverse de sus posiciones y mantienen prácticamente inalterados los mismos esquemas del pasado.

La izquierda abertzale sin dar ese paso necesario de realizar una reflexión autocrítica de su pasado con la condena expresa de que ETA, y lo que ETA hizo, estuvo mal. Y el Estado español asumiendo que hay más víctimas que las reconocidas legalmente y que muchas personas también sufrieron torturas y/o abusos policiales que deben ser reparados. Sin equiparaciones, sin confrontación. Dice el refrán que "no hay más ciego que el que no quiere ver". Es cierto. Pero lo es más, como dijo la escritora Hellen Keller, que "la única cosa peor que ser ciego es tener vista, pero no visión". Seguimos a la espera.