Educación sexual: querrás tragártela enterita. Con este eslogan, Netflix lanzaba la 2ª temporada de su serie Sex Education. El juego de palabras para invitarnos a "tragarnos la serie" y "pasarlo genital" generó tal revuelo social que la campaña se retiró. Su tuit Hemos durado poco fue un exitazo publicitario.

Otro ejemplo de expresión provocativa: el artista Santiago Serra, para denunciar la explotación laboral de migrantes y las muertes en el Estrecho, contrató a 20 africanos para que cavaran sus propias fosas.

Un ejemplo más reciente: la campaña de Correos, que acaba de lanzar una colección de sellos, cada uno de un color, blanco, beige, marrón, negro. Cuanto más oscuro es el color del sello, menos céntimos vale (metáfora de la discriminación sufrida por las personas no blancas). El objetivo de la campaña no es construir antirracismo o difundir el mensaje de la igualdad, sino abofetearnos mostrándonos que el racismo se estampa en lo cotidiano, como los sellos.

Ante la polémica surgida, dos cuestiones. Primera, ¿estaríamos hablando de esta campaña, o yo estaría escribiendo esta columna, si los sellos valieran todos 2€, al margen de su color? Definitivamente no. Segunda cuestión: nos escandalizamos de que un sello blanco valga 2€ y un sello negro valga 1€; pero naturalizamos que, en el alquiler de viviendas p.ej., para algunos propietarios un inquilino negro valga menos que un inquilino blanco. ¿Nos ofende la representación de una situación, más que la situación misma?

Corren malos tiempos para la movilización social. Quienes quieren lanzarnos mensajes para sensibilizarnos en torno a problemas sociales, se topan con nuestra apatía o indiferencia. ¿Qué hacer entonces para remover nuestra conciencia social? La provocación se convierte entonces en provocACCIÓN, que se realiza con mayor o menor arte, para provocarARTE.