egún la primera acepción de la RAE, una prórroga es la acción de prorrogar o prolongar una cosa por un tiempo determinado. Parece que los únicos que han leído esta palabra en el diccionario son sindicatos y patronal. A Escrivá se le ha debido olvidar. Olvido de relevancia, cuando más de medio millón de trabajadores y trabajadoras y otras tantas empresas están a expensas de la meritada prórroga de los ERTE. A cinco días del vencimiento de la famosa prórroga, el Gobierno está jugando a una especie de mercado de ofertas y contraofertas poco serias. Como todo en política, depende de un acuerdo. Sin embargo, introducir en una ecuación la variante Gobierno actual y la variante acuerdo es peligroso. Más aun cuando el resultado de la ecuación afecta a medio millón de personas. Y esto es lo que parece no estar entendiendo el Gobierno; amén de no entender el significado de prórroga. Una prórroga es lo que es y si no quieres mantener las mismas reglas de partido, no lo llames prórroga. Modificar las normas de los ERTE a última hora no es prorrogar las medidas vigentes en la materia. Es darle una nueva cobertura jurídica a los ERTE. Y punto. Y centrar las exenciones de cuotas en la activación de trabajadores en ERTE en lugar de focalizarse sobre aquellos que no pueden incorporarse al empleo es un error. Un error de calibre que generará muchos problemas en el futuro. Llámenme ilusa, pero las medidas propuestas por Escrivá provocarían un cierre masivo de negocios. Tiempo al tiempo, que diría aquel. Aunque resulte absurdo decirlo, los negocios quieren abrir. Los hoteles, cuando haya turistas. Las discotecas, cuando se permita el ocio nocturno. Pero, por desgracia y por imperativo legal, deberán permanecer cerrados y, en consecuencia, necesitarán tener a sus trabajadores en ERTE. Los ERTE deben ampliarse de manera automática. Esa es la única opción. Así lo entienden sindicatos y patronal. Por algo será.