ienes ganas de llorar a cada rato... Y no sabes por qué. Te sientes fatal de ánimo... Y no puedes ni levantarte de la cama. Entonces alguien se acerca a ti y, para animarte, te cuenta esta metáfora: "Vas por la calle y de repente se te mete una piedra en el zapato. Al principio apenas te molesta; pero a medida que caminas, más te incordia. Aunque notas que te va haciendo herida, no te agachas para sacártela. ¿Por prisa? ¿Por vergüenza de descalzarte en la calle?", te pregunta esa persona bienintencionadamente. Y añade: "¿No tendría más sentido agacharte y quitarte esa tristura o esa preocupación, que seguro que es una bobada? ¡Ánimo, que tú puedes!", te jalea. Pero no puedes. Porque no es una bobada; es una depresión. Tú no tienes una piedrita en el zapato que puedes sacarte con voluntad: esa metáfora no sirve.

Lo que sientes se asemeja más a una losa gigante que llevas sobre los hombros (como las gárgolas de las catedrales), que pesa tanto que no te deja andar. Bien lo saben las 530 personas hospitalizadas por Trastorno de Depresión Mayor en Euskadi en 2019 (y eso, antes de la pandemia). Dos ingresos hospitalarios por depresión al día es una cifra preocupante, sin contar los miles de personas invisibles que sufren depresión y no acceden al sistema público de salud, por el qué dirán o porque no pueden (según la OMS, la pandemia ha paralizado los servicios esenciales de salud mental en el 93% de los países del mundo).

Ante ello, ¿qué hacer, además de movilizarnos para reivindicar más recursos sanitarios? Podemos empezar por no cometer la torpeza de mencionarte la piedra en el zapato, cuando mañana estemos contigo y nos cuentes que ni puedes levantarte de la cama. Ajustemos la graduación de nuestras gafas, para no ver como piedrita lo que en realidad SÍ es una losa, SÍ es una enfermedad, que afortunadamente SÍ es curable..