odos sabemos que el objetivo de la cárcel es la rehabilitación. Como el del ejército es la ayuda humanitaria y el de la guerra la paz mundial. Ja. Una cosa es que la Constitución Española recalque formalmente que las penas de prisión están orientadas hacia la reinserción social. Y otra muy diferente son los 43 años de experiencia en su aplicación, que son más que suficientes para desmontar el cuento chino. Las cárceles siguen siendo centros de castigo que, lejos de ejercer de mecanismo disuasorio contra el crimen, funcionan más bien como fábricas de delincuentes.

El único consuelo es que aún puede ser peor. No sólo en prisiones del tercer mundo donde las personas se hacinan como ratas. EEUU, epítome de la democracia occidental, ostenta la tasa de presos por habitante más alta del mundo, con más de 2 millones de personas entre rejas, la mayoría negros e hispanos.

Para quien quiera ver y admitir nuestro fracaso colectivo, ahí está el actual sistema de prisiones, la cloaca oculta y pestilente de un sistema de justicia injusto con el débil y magnánimo con el poderoso.

Arquetipo de problema complejo e irresoluble, en la celda de castigo se acaba de abrir una grieta, y es por ahí, como diría Cohen, por donde puede entrar la luz. Con el traspaso de la competencia de prisiones al Gobierno Vasco, se abre una oportunidad histórica para reformular el modelo penitenciario.

Los primeros borradores apuntan referencias prometedoras, como la posibilidad de no pisar el talego en el caso de sentencias inferiores a cinco años, penas alternativas, módulos mixtos o el impulso a la formación. Frente al "que se pudra en la cárcel", un enfoque social para aprovechar esta ocasión de oro y construir una sociedad un poquito mejor. Como proclamaba Concepción Arenal, abrid escuelas y se cerrarán cárceles.