e asustan quienes cambian su comportamiento aceleradamente, como la demasiada gente que el pasado sábado salió a las 12 de la noche como si no hubiera un mañana. Sin esperar para adaptar sus vidas al nuevo estilo y se ve que echando en falta el desorden vital, no se contuvieron un ápice a pesar de las delicadas circunstancias y cambiaron de golpe su modo de vivir. Yo, en cambio, rutinario y cómodo, que cada día hace lo que toca sin esperar que nada haga saltar los resortes de mi aburrida vida, me sobresalté cuando, estando cómodo con mi soporífera vida en los hábitos del confinamiento, me llegó un correo de la directora de este mismísimo periódico para decirme que a partir del próximo número mis artículos irán los sábados en páginas interiores. Lo del interior no importaba, que eso lo sabrán los periodistas, pero cambiar el día me perturbó, aunque, como tantas veces, haré un esfuerzo para adaptarme a modificar mi rutina y enviar el artículo los viernes en vez de los sábados. Eso sí, espero que la novedosa usanza la mantengan un tiempo, que si no tiene perspectiva me desconcierto en un sinvivir, pues cambiarlas con frecuencia también me descompone. El domingo pasado, viendo las imágenes de no sé qué aniversario de Bildu, pensé, al verlos a todos allí con su jefe en medio, que ellos sí parecían haber cambiado de rutina, que cuando antes eran HB hoy son Bildu, que ahora votan que sí al tren de alta velocidad cuando antes lo repudiaban y que antes no iban al Congreso de los Diputados y hoy pactan allí con el mismísimo PSOE. Fijándome mejor, observé que eran los mismos de antes, el mismo jefe e iguales vestimentas, que hablaban de bizi poza siendo los bolastristes de siempre, y sobre todo, como toda su vida, odian al PNV. Allá cada cual si cambia o se resiste y no lo oculta, pero quienes simulan cambiar para ser los de siempre, son unos tramposos. Y el próximo, el sábado.