a magnífica película de Darius Marder narra la reconstrucción personal de un baterista de Metal, un espectacular Riz Ahmed, que pierde la audición tras años de exposición brutal a los sonidos de su banda. La cinta pone el acento en la odisea psicológica del protagonista, las fases de aceptación de su nueva realidad, y transita con crudeza por la enfermedad que padece.

A Horacio este film le evocó la nueva anormalidad en que vivimos. Dentro de su eclectismo en lo musical, el Metal es un estilo que no le seduce en exceso, pero le sirve como metáfora perfecta de esta situación global. Y es que el ruido al que estamos sometidos es de tal magnitud que nos estamos quedando sordos.

De igual manera que se puede considerar un axioma que un exceso de fuentes de información es tan nocivo para la comunicación como una carencia de las mismas, el reposo, la cadencia y la reflexión ayudan más que el bombardeo constante. Y hoy en día apenas hay espacios para la pausa y la temporización.

Horacio ha escuchado últimamente tantas hipótesis con pies de barro, argumentos contradictorios, panegíricos reversibles y tablas de la ey construidas con confeti, que urge darse un baño de aislamiento informativo. Sin ir más lejos, en las últimas semanas, los mismos políticos que otrora defendían o rechazaban el Estado de Alarma -gran grupo de rock de los 80- han mutado al lado contrario sin despeinarse. Pero como el río está revuelto, las aguas turbulentas, y el viento huracanado, ganancia de pecadores -sin s, como dirían Les Luthiers-.

Corren tiempos Ayusianos, donde un bonito perfilador de labios vale más que el Ulises de Joyce; un discurso incendiario prende más que una duda razonable; un gol del Alavés provoca más alegrías que salvar la vida de un naúfrago en el Mediterráneo; y la inteligencia, la sensatez o la Cultura son indicios sospechosos. Highway to hell...