algo al balcón a las 21:30 para echar una calada y veo salir gente de dos portales. Van a la carrera, se meten en coches y se piran. A los dos días vuelvo a salir y estaba ama. Vemos lo mismo con otra gente y ama me pregunta qué hacen. Se ve que sin bares la gente no esquiva la relación social, se reúne a escondidas y corren para llegar antes del toque de queda. Ama me dice que no se puede hacer, que puede ser fuente de contagio. Subo los hombros y hago un gesto de somos así. Insiste que eso se puede hacer en terrazas o paseando, y le explico que aunque ella no era de salir, hay gente que necesita socializar bebiendo y comiendo al final del día. Le cuento que, en un alto porcentaje, los contagios se producen cuando no somos especialmente responsables. Ama dice que hay que explicar el tema y le cuento que si a algún político se le ocurre sugerirlo, aunque sea por lo bajo, se le echa la oposición encima y exclaman que, siendo del gobierno toda la culpa, ésta no se puede trasladar a la ciudadanía.

Incluso, Dña. Garrido, del PP, reprocha al gobierno vasco alguna cola en las vacunas, así como no haber controlado la concentración de aficionados del Athletic. Me dice que las colas, a veces, son inevitables y que nadie esperaba lo del fútbol al haberse prevenido por todos lados, que hasta a ella le llegó el recordatorio. Y de repente me pregunta por las elecciones madrileñas y le comento que allí hubo colas para votar y que, a pesar de votar al malo conocido, se concentraron a cascoporro para celebrarlo en la calle y que nadie les llamó la atención. Me pregunta si Dña. Garrido ha dicho algo. Le digo, recordando el dicho de Argiñano de que en este mundo das envidia o das pena, que creo que ella tiene envidia de no haberse presentado por Madrid. Ama guiña un ojo y dice que a ella, en cambio, esa señora le da pena y me ruega que, sin estado de alarma, sea responsable.