ay quien no sabe vivir el instante, lo cotidiano, lo que definimos como rutina, y hace bueno el aforismo de Lennon que define la vida como lo que nos va ocurriendo mientras hacemos planes. Horacio usa gafas de lejos para sus proyectos de largo recorrido, ideas más o menos locas, ilusionantes e irrealizables, pero también se sirve de las bifocales para buscar sustancia a sus momentos de proximidad, lo que llama Magia de cerca. Ahora que nos movemos en el tablero de la excepcionalidad de los estados de alarma, de la procrastinación de los planes hasta "cuando pase todo esto", se hace más urgente para la supervivencia el saludable intercambio de distancias en esos anteojos. Vivir al día se ha vuelto un axioma en un entorno tan cambiante como imprevisible, en donde no sabemos si mañana nos encapsularán en nuestro cubículo, nos vacunarán con aceite de ricino o el gobernante de turno decidirá que para luchar contra la pandemia hay que teñirse el pelo de fucsia. Esta cultura de la provisionalidad nos ha llevado a la clave de bóveda del ser humano, a su esencia. Como especie que siempre ha vivido la aventura del día a día con la imprevisibilidad de la naturaleza. Horacio entiende que hemos querido domesticar el mundo hasta convertirlo en un hábitat controlado, ordenado y previsible, y esta pandemia nos ha devuelto el descontrol y la sorpresa, en muchos casos por la negligencia de los dirigentes políticos. Pero Horacio no está ahora en su mejor momento después de lo ocurrido en Madrid. No hay gramática para describir la rabia que supone comprobar como muchos de los obreros y pobres de esta región han apoyado el desmantelamiento de todo por lo que han luchado generaciones: la Sanidad y la Educación públicas, los derechos y los servicios sociales que pretenden atenuar las desigualdades. Cuando en el guetto de Varsovia gana las elecciones el führer no hay mucho más que reflexionar... Vivamos el instante.