De los árboles del sur cuelga una

fruta extraña

Cuerpo negro balanceándose en

la brisa huraña

Ahí está la fruta para que la arranquen los cuervos

Para que la empapen la lluvia y granizos acerbos

El viento la chupa y el árbol la desecha.

Esta es una extraña y amarga cosecha.

Cuando la cantante de jazz Billy Holiday interpretó por primera vez este tema en

1939 en Nueva York, el público quedó conmocionado. Su "fruta rara" era una metáfora de los chicos que los blancos racistas estaban asesinando y ahorcando en árboles, por ser negros.

Desde entonces, aquel poema sonoro ha logrado estremecer a generaciones. Y estos días, lo ha devuelto a la actualidad un hecho triste. El domingo pasado, en Irún, aparecía ahorcado un joven negro eritreo. Tenía 21 años. Se cree que se trataba de un migrante en tránsito, tal vez con sueños de cruzar la frontera hacia el norte de Europa, para tal vez reencontrarse con un familiar. Duele ver cómo las políticas actuales de cierres de fronteras y de criminalización de quienes huyen de países diezmados, están haciendo que chicas y chicos, en la desesperación, se estén jugando la vida o incluso se la estén quitando.

Sin ánimo de demagogia, la muerte de este chaval debería interpelarnos. Tendría que hacernos reflexionar, aunque solo sea por cercanía geográfica, sobre el coste humano de nuestras fronteras. ¿Cuántos muertos estamos dispuestos a soportar por mantener nuestro jardín blindado? De los árboles del norte cuelga una fruta extraña.