menudo las letras en apariencia más inocentes esconden historias. Unas veces son sueños y anhelos, otras fracasos y hasta tragedias. Por ejemplo: Se vende. Lo mismo da que sean tiendas, coches, casas o existencias, todo se vende aunque no siempre se pueda comprar todo. Me viene a la memoria cierta anécdota que se contaba de un torero. Estaba de paseo, bien acompañado, cuando pasaron por delante de un escaparate. Había un cuadro que les pareció horroroso. A su pie un cartelito decía: se vende. Pidió el torero un lápiz de labios a una de sus acompañantes y escribió en la luna de cristal: A que no. Pero bromas al margen, muchos de los carteles que veo cuando paseo me producen tristeza. Un se vende en la pared de un local vacío es la historia viva y lacerante de un sueño roto. Bien sea por jubilación, bien por ruina, uno piensa en la ilusión con que se abrió la puerta un día. Quedan los ecos de las risas y los buenos deseos. Flota en el aire el aroma de las croquetas, y en un rincón escondido de la moqueta yace aún la mancha del vino que se cayó en la fiesta. Vendrían después días buenos y otros no tanto. Horas y horas tras el mostrador. Ratos muertos ordenando género. Noches de desvelos haciendo cuentas, y al final, cuando todo está perdido y ya no quedan recursos, llega el otro día clave en el negocio, sin canapés ni visitas, si acaso la del juzgado ejecutando un embargo. Baja la persiana por última vez y aparece sobre el cartel que anunciaba la liquidación el que todo lo resume€ Se vende. Y resurge el torero con su lápiz de labios escribiendo debajo: a que no. Y el anuncio envejece como nosotros mientras crecen a su lado nuevos fracasos. Y es que sólo hay una manera de evitar que aquellos sueños tan cercanos que dieron vida a nuestros barrios no desaparezcan bajo el teléfono de una inmobiliaria. Si no quieres que vendan, compra.